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Alberto Míguez

Lo que faltaba

La desgraciada historia de declaraciones y contra-declaraciones, aclaraciones y rectificaciones en que lleva trazas de convertirse el nuevo psicodrama veraniego protagonizado por Piqué y el Gobierno de Marruecos está demostrando hasta la saciedad a dónde conduce la política del avestruz cuando se trata de enfrentar un problema humanitario espantoso y cuando el interlocutor es un monarca feudal y un grupo de cortesanos espabilados, policías y mafiosos, narcotraficantes y tratantes de esclavos, todos juntos en unión.

El Gobierno español ha preferido en los últimos meses mirar hacia otro lado cada vez que el “amable vecino del Sur” planteaba problemas (narcotráfico, pesca, emigración) y ahora, paga las consecuencias.

Piqué, que se las daba de gran valedor del reino alauita en Europa y en los grandes expresos europeos, aparece ahora como un pánfilo distraído si se sigue al pie de la letra el comunicado de su colega marroquí, con quien tantas veces se abrazó este año. Por no tener a quien contarle sus cuitas, el ministro y su Ministerio han tenido que cantarle las cuarenta a un pequeño funcionario de la embajada de Marruecos que hacía guardia junto con el conserje porque Su Excelencia, el embajador Baraka, ni estaba ni quería estar cuando lo llamaron del Palacio de Santa Cruz.

Y por si faltaba algo para un duro, he aquí que aparece en escena la prodigiosa pareja Felipe González-Trinidad Jiménez para sermonear al gobierno de Aznar, al ministro Piqué y al Sunsuncorda sobre la ausencia de política marroquí, algo tan evidente como que las pateras salen de Marruecos, las fletan las mafias marroquíes y transportan a pobres criaturas (González dixit), en su gran mayoría también nacidas en Marruecos.

Piqué, al parecer, acaba de enterarse de todo eso y está que arde, angelito.

Si este Gobierno tuviera algo más que serrín en su tolete exterior, hace mucho tiempo que habría internacionalizado un asunto que no sólo afecta a nuestras costas: es un tema humanitario elemental, una obligación moral universal, una exigencia simple evitar que siga pasando lo que pasa. Así de claro, aunque al simpático ministro Benaissa encargado de la cosa exterior en el reino vecino, le parezca más complicado.

Claro que a España le interesa tener buenas relaciones con Marruecos. Elemental. Pero ¿a cualquier precio?

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