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Europa ha tratado la cuestión terrorista con desenfoques rayanos en la estupidez. España ha sufrido de manera especialmente intensa sus consecuencias, pues durante tiempo se ha seguido en la estela de terrorismo-antifranquismo, sin percibir ni su componente totalitario ni su capacidad de infección. El cambio de postura francés, por ejemplo, corre en paralelo a las epidemias corsa y bretona, con discípulos de los etarras. Ha habido jueces y gobiernos, como en Bélgica, que se han hecho los progres sobre las víctimas españolas.

La aprobación por el Parlamento Europeo de la orden de búsqueda y captura comunitaria, con el reconocimiento mutuo de las decisiones judiciales, que deberá ser refrendado por los gobiernos en el mandato de la presidencia española de la UE, es una magnífica noticia, de respuesta común, sin subterfugios ni medias tintas.

No puede quedar en mera retórica, sino dar lugar a una cooperación policial prioritaria, que parta del principio de que el terrorismo y el totalitarismo afectan a todos por igual, independientemente de la zona en la que se produzca o con las sublimaciones que pretenda. En ese sentido, los éxitos policiales de las últimas semanas no están teniendo correspondencia en el Sur de Francia, donde se localiza la dirección etarra, sin que hasta el momento la creación de una brigada antiterrorista haya producido éxito alguno, a pesar de la evidencia de que en territorio francés hay infraestructura como para esconder el explosivo robado y repartirlo a los comandos.