Con la que está cayendo parece un tanto estrafalario que varios jefes y ex jefes de Estado y de gobierno se hayan reunido en Madrid, con mesa y mantel pagados (por el Estado español: ahí no hay dudas) para hablar de transición y consolidación democráticas, nociones éstas tan ambiguas como confusas.
Además del generoso patrocinio del Gobierno y del Estado español, los organizadores de esta Conferencia (la fundación FRIDE y la Fundación Gorbachov de Estados Unidos) contaron con la inapreciable ayuda del Grupo Prisa dado que, como reconoció Diego Hidalgo, presidente de FRIDE (Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, ¡toma ya!) es muy amigo de Jesús de Polanco y consejero de Prisa. Aznar y Polanco, el mismo combate...
No era de extrañar que entre los representantes de países en transición a la democracia, los árabes y musulmanes brillaran por su ausencia. Esto de la democracia parece que no es soluble en el Islam: se cuentan con los dedos de una mano –y sobran dos o tres– los países islámicos donde hay libertad política y se respetan los derechos humanos. Y si las cosas sigue así, sobrarán cinco.
En Madrid hubo mucho desecho de tienta: los presidentes de Ghana y Centroáfrica, el presidente de Albania y una extensa lista de expertos y académicos del mundo mundial participantes asiduos en todo cónclave con canapé y dietas incluidas, dispuestos a explicar al contribuyente español cómo se hace una transición y para qué sirve la democracia. Se da la coincidencia de que la mayoría de los ilustres profesores que participaron en las diversas mesas de trabajo eran de Harvard y Chicago, las dos Universidades por las que transitó el promotor del evento, Hidalgo.
La Declaración Final de la Conferencia es, como no podía ser de otro modo, un inventario de buenas intenciones, tópicos y frases hechas que dejan chiquito a Josep Piqué, campeón planetario de la charada y la obviedad. Con todos los respetos, el discurso del Rey adoleció del mismo defecto (el redactor del papel debe ser gafe) aunque algunos se hagan cruces con la genialidad de algunas frases.
En el mundo hay, desde luego, cierto déficit democrático, pero creer que la democracia es la varita mágica que arregla tanto un roto como un descosido parece una banalidad.
También lo es la un tanto inocente teoría de que el terrorismo sólo puede ser vencido con la democracia y la libertad como palancas. Desgraciadamente, la historia –la propia historia española reciente– demuestra lo contrario. Decir esto es políticamente incorrecto, pero cuando uno ronda la sesentena y no aspira a ninguna canongía ni prebenda de la Secretaría de Estado de Cooperación, generosa abastecedora de fondos y subvenciones para los fines y eventos más estrambóticos, es obligatorio ser incorrecto e incluso faltón.
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