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Cuentos de Navidad en la NFL

El fútbol americano es una fuente inagotable de anécdotas, un filón para todos aquellos amantes de historias con protagonistas excéntricos. Es, por ejemplo, un magnífico recurso para estas fechas. No vayan a pensar que en la NFL es imposible encontrarse con unos extraordinarios cuentos para la Navidad. Por ejemplo, aquel que protagonizara, allá por la década de los años 80, el indomable Jerry Granville, entrenador que hizo fortuna en los Atlanta Falcons. Tenía la costumbre de dejarle siempre a Elvis Presley un par de entradas en las taquillas del estadio. No pasaría de ser una agradable sorpresa salvo por un “insignificante” detalle: el “rey del rock” ya estaba muerto por aquellas fechas. A pesar de todo Granville no cejó en su empeño y añadió también a su lista el nombre de James Dean. Que se sepa, ni el cantante, ni el actor —trágicamente fallecido en un accidente de coche— pasaron a recoger sus respectivas invitaciones.

La Universidad de Notre Dame (católica) es una de las más prestigiosas de Estados Unidos. Y no se trata sólo del nivel académico, sino también del deportivo, puesto que tienen uno de los mejores equipos de fútbol americano. Y al socio más importante del mundo. El estadio está presidido por una imagen de Jesucristo con sus dos brazos en alto. Hay quien asegura que está señalando un “touchdown”.

Vince Lombardi fue uno de los grandes entrenadores de toda la historia. Era un extraordinario “motivador”. Sostenía que había un montón de técnicos capaces de situar coherentemente al equipo sobre una pizarra, pero que más importante que eso era “meterse en la cabeza del jugador”. Lombardi creó escuela en Green Bay Packers, provocando declaraciones como las de Henry Jordan: “Vince es un hombre justo y equitativo que nos trata por igual: como si fuéramos todos unos perros”. ¿Qué les parece? Mejor no ponerse en el camino del “viejo” Lombardi.

16 de diciembre. Este domingo ha cumplido 39 años la “nevera” Perry. William pesó 6 kilos al nacer, y con 14 años ya superaba los 130. Cuentan que durante una sonada juerga fue capaz de tragarse de un golpe 48 latas de cerveza. Los Chicago Bears le eligieron en primera ronda del “draft” de 1985 y se convirtió en el jugador más pesado en la historia de la NFL. Perry se hizo famoso, además de por sus kilos, por una circunstancia: su equipo llegó a la Super Bowl ante New England Patriots. En el tercer cuarto, una jugada de ataque situó el balón a una yarda de la línea de anotación. Perry “cortó” la defensa de los Patriots como si fuera pura mantequilla. Un periodista dijo entonces: “es el mejor uso de la grasa desde que se inventó el bacon”.


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