Y al final, David Remnick ve a Muhammad Ali así, abrazado a Lonnie en Berrien Springs, con un frondoso bosque delante, años y años de descanso para aquella metralleta humana de escupir frases ingeniosas y soltar ganchos certeros. "Ancianos junto a la lumbre", en definitiva. Pero como Ali ha sido el deportista más grande de la historia ("he dicho que soy el más grande, no el más listo", dijo cuando el centro de reclutamiento Coral Glabes le atribuyó un cociente intelectual de 78, catorce puntos por debajo de la puntuación necesaria para ser admitido) yo le sigo viendo como el autor semiinconsciente de aquella frase "No voy a pelearme con el Vietcong ese" que quizás marcara más que ninguna otra el devenir de su vida y su carrera profesional sobre el ring.
No creo que Ali tenga derecho al reposo. Se lo ha ganado con creces, pero no tiene derecho. Es fácil comprender por qué. Cualquiera en su situación habría bajado la guardia, se habría dejado noquear. Ali no. Aparece como portador de la llama olímpica y en la gala de los premios anuales del deporte. Denuncia a una clínica de Boca Ratón que supuestamente iba a curarle el mal de Parkinson a base de imanes. En Sydney presume: "ninguno de estos boxeadores me aguantaría tres asaltos". La enfermedad le ha robado la agilidad física, pero no la mental: "Sé por qué me pasa esto. Dios me está haciendo ver que soy un hombre como otro cualquiera". Le han hurtado la belleza, la agilidad, pero él no se esconde y aparece, gallardo, elegante, impresionante, siempre que lo considera necesario.
Ahora lo ha hecho en la presentación de "Ali", la película que lleva su nombre. Will Smith ha sido el encargado de dar vida juvenil al "rey del mundo". Antes que eso, apareció en un extraordinario documental titulado When we were kings (Cuando éramos reyes). Pero siempre como un guerrero. Por eso yo no le veo anciano, mucho menos delante de ninguna lumbre al menos, no durante mucho tiempo, aunque sí tiernamente abrazado a su mujer. Ya expliqué por qué para mí Muhammad Ali ha sido el deportista más importante del siglo XX (no querría precipitarme con el XXI, démosle tiempo al tiempo). Más que Jordan. Más que Lewis. Mucho más que Pelé o Maradona. Ali no ha dejado nunca de galopar, y si no, sirva otra frase suya recogida de "El rey del mundo": "Oyes 'Khrushchev' y sabes que es un ruso. 'Ching', y es un chino. 'Goldberg', y es un judío. ¿Qué es Cassius Clay? (...) Ahora ves un anuncio en la tele. Salen tres niños, dos negros, uno blanco. O al revés. No era así entonces. Las cosas han cambiado. Y yo he contribuido. Cassius se llamaba mi abuelo, Cassius se llamaba mi padre. Pero yo lo cambié. También eso lo cambié". Yo le veo así, galopando. Con permiso del Pulitzer, y aún sin él.
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