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El cambio con PRISA

Cuando José Luis Rodríguez Zapatero presentó su candidatura a la Secretaría General del PSOE afirmó en su discurso: “sólo te creen si defiendes lo que has sido y lo que eres”. Pero ha bastado poco más de año y medio desde julio de 2000 para que el socialista leonés renuncie abiertamente a las ideas renovadoras y a un proyecto de partido basado en el pacto, el diálogo y las buenas formas políticas con el que llegó a la secretaría general.

Los dos grandes logros de su etapa han sido el pacto antiterrorista y el pacto por la Justicia. No son precisamente estas cosas lo que hay que reprocharle de su gestión, y es probable que el electorado las hubiera tenido muy en cuenta si Zapatero y su equipo hubieran acertado a presentar un proyecto político sólido y coherente. Este ha sido precisamente el punto flaco de Zapatero. Demasiado pendiente de no herir sensibilidades imposibles de contentar (PRISA y la vieja guardia) y de agradar a todo el mundo dentro de su partido, ha olvidado que los liderazgos han de apoyarse en proyectos claros y sólidos, así como en la firme voluntad de llevarlos a cabo, aunque les pese a ciertas minorías. Ahí está el ejemplo de Blair en el Reino Unido; o sin ir más lejos el de José María Aznar en España. Ambos líderes políticos eran conscientes de que para conseguir la renovación de sus partidos era necesario prescindir diplomáticamente (pero con autoridad) de la influencia de las viejas guardias. Las buenas intenciones no bastan para llevar a cabo realizaciones prácticas, y mucho menos en el terreno de la política.

El gran primer tropiezo fue con ocasión del proyecto de reforma fiscal anunciado por Jordi Sevilla (de quien, por cierto, no se ha oído hablar últimamente). Un claro ejemplo de que no se deben proponer grandes reformas cuando no se dispone de los apoyos necesarios... a no ser que se aplique la máxima guerrista de “el que se mueva no sale en la foto”. El segundo fue la “aventura africana”, una operación urdida por el entorno de González para que Zapatero se cubriera de ridículo y que las autoridades marroquíes aprovecharon —según han confesado recientemente— para mantener las relaciones diplomáticas con España en estado de tensión.

Pero el tropiezo decisivo, el que ha liquidado su proyecto, fue el abandono a su suerte de Nicolás Redondo Terreros, la pieza clave del pacto antiterrorista en el País Vasco. El miedo al poder y a las represalias de PRISA paralizó a Zapatero, que no supo movilizar a sus apoyos dentro del partido para contrarrestar la campaña en pro del acercamiento al PNV organizada por Cebrián y González. El leonés olvidó aquella vieja máxima de la diplomacia y de la política: “mano de hierro en guante de seda”. A la vieja guardia le bastó con presionar un poco el guante de Zapatero para darse cuenta de que sólo contenía aire.

En una última reacción desesperada para conservar la secretaría general, Zapatero, renunciando a sus principios, promete abandonar la oposición serena para empezar a dar aldabonazos al Gobierno. Sin embargo, las materias donde existe margen para hacer oposición (rebajas de impuestos, forma de la Seguridad Social, liberalización de las Pensiones y reforma educativa) son campos ideológicamente vedados a los socialistas. Por ello, este cambio apresurado de Zapatero se dirigirá — siguiendo las directrices del clan González— a la ruptura de los pactos con el PP. La primera víctima parece que será el pacto por la Justicia. Los “clásicos” del partido llevan muy mal eso de quedarse en minoría y están dispuestos —como siempre han demostrado— a destrozar las instituciones si con ello ganan poder político. La segunda, que se vislumbra en el horizonte, es el pacto antiterrorista. La vieja guardia y PRISA quieren volver a “partir piñones” con Arzalluz para fomentar sus intereses político-empresariales.

“Sólo te creerán si defiendes lo que has sido y lo que eres”. Esta es precisamente la cuestión. Ya nadie creerá a Zapatero después de haber doblado la rodilla ante PRISA y haber hecho almoneda de su proyecto. Pero esto mismo es lo que buscaban los sinuosos González y Cebrián para poder presentarse después como salvadores del PSOE. ¡Vae victis!

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