La cara de Francisco Fernández Ochoa, tras haber conquistado la medalla de oro en "Sapporo-72", debió ser más o menos la misma que la del comandante Neil Armstrong en "La Luna-69". Diferentes Juegos Olímpicos, pero probablemente una sensación similar. La misión del astronauta americano, en plena "guerra fría aeroespacial", era llegar a nuestro satélite antes que lo hiciera la "Soyuz" rusa; la del esquiador madrileño, vencer en la soledad más absoluta a la ignorancia que rodeaba (sigue haciéndolo) a un deporte en el que invirtió muchos años de su vida. Paquito dio en Japón un paso muy pequeño para la especialidad del esquí alpino, y sin embargo representó un salto gigantesco dentro del deporte español. El próximo miércoles se cumplen treinta años desde que consiguiera aquel oro, y hoy -a la espera de lo que haga Johan Muehlegg en Salt Lake- continúa siendo un hito inalcanzable.
Hay una cosa que no entiendo de Fernández Ochoa, y es el diminutivo. ¿Por qué Paquito?... ¿Se imaginan que llamaran "Albertito" a Tomba? Probablemente les mandara a freír espárragos. Y sin embargo, F.O. aparece, en la página web oficial que el Comité Olímpico Internacional dedica a las leyendas de los Juegos de Invierno, a la vera de "la bomba" italiana. Junto a ellos, el francés Jean-Claude Killy (nada de "Juanito" Killy), el mito sueco Ingemar Stenmark, o los austríacos Franz Klammer y Hermann Maier. Nuestro Paco figura entre los más grandes de la especialidad reina.
Han cambiado los tiempos, y todos deberemos ir adaptándonos poco a poco. Muchos dicen que hoy puede ser el día "D" para el esquí español. Johan Muehlegg compite en la prueba de 30 kilómetros estilo libre. "Juanito" es el vigente campeón mundial de los 50 kilómetros, y el favorito indiscutible para conseguir el oro. Sin emplear la ironía de F.O. ("ese alemán que entrena en España") yo, sinceramente, no me siento implicado sentimentalmente por Muehlegg; al menos, no tanto como en los casos de Paco o Blanca Fernández Ochoa. Lo que no quiere decir que no le desee toda la suerte del mundo a Johan. Porque al final, si gana, sonará el himno nacional español.
La gente de una generación posterior a la mía no sabrá -y meto la pata con la generalización- quien es Neil Armstrong. Muchos menos qué hizo Paco Fernández Ochoa, y lo que representó para el deporte en este país. Sólo por recordarlo, merece la pena que haya Juegos de Invierno cada cuatro años. Habitualmente vemos pasar los oros, las platas y hasta los bronces por delante de nuestras narices. Pero el siglo pasado, en la ciudad de Sapporo, un español puso el pie en lo más alto del cajón. No fue aquel un paso pequeño. Y nunca lo olvidaremos, don Francisco.
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