Al vidrio delantero de los coches seguimos llamándolo “parabrisas”. Es un recuerdo de los primeros coches de caballos cuando se les acopló un motor y alcanzaron una velocidad respetable. Así que hubo que colocar un “parabrisas” para que no molestara el viento al conductor. Parece hoy una denominación injustificada.
Hace algún tiempo que desapareció la cadena del váter, pues el depósito del agua está junto a la taza. Para desalojar el agua, se aprieta un botón. Sin embargo, las personas de cierta edad seguimos diciendo “tirar de la cadena”. Los niños preguntan: “¿qué cadena?” La inercia del lenguaje acumula otros muchos ejemplos de realidades que ya no existen y siguen conservando su nombre. Por ejemplo, decimos “recibo de la luz”, cuando realmente es la electricidad lo que se paga. Se oye a veces lo de “papel de plata”, que no es ni papel ni de plata, sino una lámina de aluminio. Al encendedor de bolsillo muchos lo seguimos denominando “mechero”, aunque ya no suele tener mecha. Sustituye con ventaja a las “cerillas”, aunque muchas ya no son de papel encerado sino de madera o cartón.
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