Un compañero de la prensa taurina me decía el otro día, a propósito de José Tomás, lo siguiente: "es el mejor que he visto jamás, pero más raro que un perro verde". Hasta el punto de que ningún medio serio llama ya a José Tomás, encerrado en sí mismo, persiguiendo al fantasma de Manolete, convencido de que ya no es suficiente sólo con torear bien sino que hay que pasar a la historia. Quien haya seguido el proceso vital de este chaval tiene que estar asustado. ¿Qué le habrá llevado a convertirse en el Michael Jackson de las Ventas? Charlar unos minutos con Miguel Abellán –que, por cierto, también es "colchonero"– es lo más sencillo del mundo. O con Jesulín de Ubrique. Hacerlo con José Tomás es más difícil que hallar el gen del arroz.
Asisto ahora ensimismado al combate entre Severiano Ballesteros y Sergio García. Parece que el cántabro ha invitado al "niño" al "Seve Trophy", y éste ha excusado su participación alegando lo apretado de su agenda. Nos encontramos ante un golfista que lo ganó todo y otro que todavía no ha conseguido nada, pero por encima de eso nos hallamos ante dos ególatras de mucho cuidado... ¿con motivos para serlo? Eso sería tanto como aceptar que uno tiene que volverse imbécil con el éxito, la fama y el dinero. Contaré una anécdota al respecto: con motivo del último Barcelona-Real Madrid, en la Cadena Cope decidimos llamar a una serie de personajes famosos. Uno de ellos era Plácido Domingo. El gran tenor español aprovechó unos minutos que tenía de descanso entre ensayo y ensayo en la Opera de Nueva York para llamarnos. ¡Y nos cantó un gol de Raúl!... ¡Y no nos cobró nada!... Es una prueba palpable de que el éxito no vuelve idiota a quien no quiere, sino sólo a quien ya lo era antes de dedicarse al golf, la opera o el rock and roll.
En este "Egos Trophy" no tiene razón ni el que lo ganó todo, ni el que aún no ha conquistado nada. Y si opino hoy sobre esta polémica es porque me parece muy graciosa. Seve hace años que redujo sus manifestaciones a la mínima expresión, y casi siempre con el mismo. Y al "niño" le han vuelto loco el entorno "peloteril" que debe rodearle, y la tenista suiza Martina Hingis (esto último es más comprensible). Yo me quedo con la sabia definición del golf que apuntó en su día Woody Allen: "es un juego que consiste en pegarle a una pelota, tratando de no tocar otra mucho más grande que se encuentra debajo, y que es el planeta tierra". Pues eso. Menos egos, y más Masters.

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