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Al Qaeda en España

La detención el pasado martes de Muhammed Gale Kalaje, Abu Talha, muestra con toda claridad que Al Qaeda no se limita a un grupo de fanáticos barbudos agazapados en las montañas de Afganistán. Por el contrario, se trata de un verdadera organización con ramificaciones por todo el mundo, una de cuyas principales sedes de dirección y financiación se encontraba en España.

La dirección de Al Qaeda en nuestro país fue desarticulada en la “Operación Dátil”, llevada a cabo el pasado noviembre. Los objetivos de los terroristas eran bien claros: reclutar efectivos entre la población inmigrante magrebí para enviarlos a campos de entrenamiento como los de Afganistán, coordinar las actividades de la red terrorista por todo el mundo y financiar a los mujahidines. Esta era, precisamente, la faceta de Al Qaeda en España que aún no se había descubierto.

Tras la detención de Abu Talha —un sujeto con aspecto gris y apacible— y la intervención de su contabilidad, empiezan a salir a la luz las conexiones y actividades de Al Qaeda en España. ABC publicó este domingo que cuatrocientos millones de pesetas obtenidos de la promoción inmobiliaria (el mismo negocio que hizo multimillonario a Osama ben Laden) por Abu Talha han servido para, entre otras cosas, pagar correos entre Europa y Afganistán, comprar armas a la guerrilla kosovar con destino al cuartel general de Ben Laden en Afganistán, financiar ONG islámicas como Global Relief, gestionadas por miembros de Al Qaeda o imanes madrileños como Helal Jamal Abboshi Abu Hamal, vinculados a la organización terrorista Hamas, así como también para sufragar la oleada de atentados que sufrió Yemen hace cinco años, en cuyas cárceles cumple cadena perpetua uno de los líderes de Al Qaeda, Nabil Nakakli. Y probablemente, también para pagar los cinturones explosivos con que los terrorristas palestinos provocan sus masacres.

Pero quizá lo más inquietante de Al Qaeda no es tanto su capacidad para infiltrarse en el mundo occidental y servirse de sus recursos, sino el sigilo con el que mueve sus fondos, sin necesidad de transferencias o cheques que dejan rastros en la contabilidad de los bancos. En un mundo como el asiático, donde el honor en los contratos es quizá el mayor capital, existe una institución llamada Hawala, una especie de red de transferencias de dinero que puede mover millones de dólares en cuestión de horas a cuaquier parte del mundo sin necesidad de documentos o avales; que presta sus servicios de transferencia y blanqueo de dinero al inframundo del hampa internacional, compuesto desde simples defraudadores fiscales o contrabandistas hasta organizaciones terroristas como la de Ben Laden. Tan sólo es necesaria gente de confianza, un sencillo sistema de códigos —por lo general basados en los números de serie de los billetes de banco que el cliente recibirá en el extranjero a cambio de la cantidad entregada al agente local— y un país donde exista abundancia de divisas. Es el caso del emirato petrolífero de Dubai, nudo principal de esta curiosa red, cuyas autoridades hacen la vista gorda.

De poco servirá el ahogo financiero que los países occidentales pretenden imponer a las organizaciones terroristas si no se presiona a los países que albergan estas redes para que se avengan a investigarlas a fondo. La captura de Abu Talha tan sólo ha desvelado la punta del iceberg.

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