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En la reunión de la Junta Directiva Nacional, José María Aznar dijo a los dirigentes de su partido que “el PP es ya una referencia para Europa”. Hacía mención a una llamada del primer ministro francés, en la noche electoral gala, en la que le indicó su intención de conseguir convertir en algo similar al PP la Unión para la mayoría presidencial. Últimamente, Aznar abunda en estas referencias internacionales, como para que los que viajan menos no pierdan las referencias del mundo mundial. Si no pesara mucho en la balanza la autolimitación de mandatos, cabría recordar que cosas muy similares decía en su día Felipe González.

La Junta Directiva Nacional es una mera caja de resonancia de Aznar. Nadie osa, no ya contradecir, simplemente establecer una opinión propia. En ese sentido, resulta obvio que el PP es, a día de hoy, un partido personalista, en niveles incluso perfeccionados respecto a lo que fue —y sigue siendo en parte— el felipismo en el PSOE. La autocracia partidaria de Aznar es, sin duda, benigna, y no tiene contestación alguna, sin que en su trayectoria se haya caracterizado demasiado por vivir noches de cuchillos largos.

Esas unidades férreas gustan al electorado, pero, como todo lo humano, tiene ventajas e inconvenientes. Uno de estos últimos es que casi nadie toma iniciativas propias, ni tan siquiera para llevar a la práctica las consignas de arriba. El PP es todo cabeza con unos miembros raquíticos. Los propios populares hacen bromas sobre la inconsistencia del centro reformismo, que nadie sabe definir, pero eso no plantea mayores problemas ante el disfrute del poder.

En buena medida, el PP es un partido inexistente, o en todo caso un partido de cuadros, o esa impresión está dando ante la huelga general. El clima de miedo y coacción previo, al que casi nadie se enfrenta, puede dar un cierto éxito a la convocatoria, pero no como huelga en sí, sino como capacidad de intimidación. No se percibe una movilización de los militantes del PP, ni tan siquiera del segundo o tercer nivel de sus cargos. Transmiten la impresión de que la cosa no va con ellos. No sé si esto entra dentro también de esa referencia europea, a la que hacía mención Aznar ante su muy fiel y muy plana Junta Directiva Nacional.

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