Me van a tratar de loco, pero a mi las últimas declaraciones e Jean-Marie Messier, me recuerdan a Santiago Carrillo. Desde luego, no tienen nada que ver, salvo que ambos intentan transformar su derrota en victoria. Santiago Carrillo, expulsado de su partido, de capa bien caída éste, sin escaño ni nada, habiéndolo perdido todo, vaya, se presentó como el vencedor, el Cid campeador de la transición, y con la ayuda de Victoria Prego y muchos más, algunos españoles se lo creyeron, procurando al siniestro criminal de guerra una jubilación confortable y amplia difusión de sus mentiras. Messier, dimitido fulminantemente, aunque demasiado tarde, por su Consejo de Administración, se jacta de haber sido un Napoleón de las finanzas y de los negocios mediáticos, cuando sus empresas chorrean de deudas, malos resultados, caídas en las Bolsas, y, por lo visto, hasta fraudes y desfalcos. ¡Menuda victoria! También es cierto que Napoleón lo perdió todo.
Si, según O’Neill, el duelo le sentaba bien a Electra, Hollwood –y los USA, en general– le sientan muy mal a los hombres de negocios franceses. En pocos años, dos intentos de hacerse con el cine norteamericano han fracasado rotundamente. El primero fue el del Crédit Lyonnais en los buenos tiempos de Mitterand, cuando chorreaba el dinero sucio. Pérdidas colosales, pero como el Crédit Lyonnais era un banco estatal, los contribuyentes saldaron esas faraónicas pérdidas con sus impuestos. Que yo recuerde ahora, los únicos franceses que se afincaron en USA y crearon allá una superpotencia económica, fueron los Dupont de Nemours.
No sé lo que va a pasar ahora con Vivendi, “potencia mundial” o cementerio de automóviles, pero el hecho es que alimenta la propaganda de la izquierda a favor del capitalismo de estado. Como además la Telefónica gala –France Telecom– también esta en semi-quiebra, los alaridos en favor de las nacionalizaciones o re-nacionalizaciones, estallan por doquier. Pero los hurlatori se olvidan de precisar que el estado sigue siendo un accionista importante en Telecom. Además, la superioridad del capitalismo libre sobre el capitalismo de estado, y no hablemos del socialismo burocrático, no puede medirse por estas u otras quiebras, que han ocurrido y ocurrirán, y menos mal, así también se sanea el mercado, sino comparando lo que es comparable, como, por ejemplo, la vitalidad del capitalismo en los USA, con la catástrofe económica de la URSS, y así las cosas están claras.
Me interrumpo para escuchar el discurso de “política general”, del Primer Ministro Raffarin, en la Asamblea Nacional. No estuvo mal. En serio, no estuvo nada mal. Recibido con aplausos de la mayoría y bronca de la minoría, según la tradición sectaria de tantos parlamentos, logró crear durante su discurso suficiente interés para que se le escuchara. Claro, desarrolló las líneas generales del proyecto del presidente Chirac, autoridad del estado, lucha contra la inseguridad, reformas, descentralización, impulso económico renovado, etc, pero con espíritu abierto y tolerante, llamando a una colaboración republicana entre mayoría y oposición y a la unidad nacional. Son palabras y habrá que juzgar los actos, pero la fama de pragmatismo y tolerancia del Primer ministro, se confirmó.

Quiebras y jactancias
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