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Alberto Míguez

Uribe busca apoyos

El presidente electo de Colombia, Alvaro Uribe, –lo será efectivamente a partir del 8 de agosto– pasó dos días en España, tras una jornada en Francia, con el indisimulado propósito de buscar y encontrar apoyos para su proyecto político. Los encontró en Aznar y sus vicepresidentes y los solicitó también a los medios de comunicación, en una curiosa reunión of the record, que después fue on the record, porque nada de lo que contó merecía reserva o secreto.

Uribe es un personaje de carácter firme, ideas fijas –y claras–, que accede a la presidencia con un porcentaje altísimo de votos y concita un montón de esperanzas entre sus compatriotas. Le resultará relativamente fácil mejorar la labor de su predecesor en el cargo, Andrés Pastrana, porque es difícil, casi imposible, hacerlo peor. Por eso asombra leer en ciertos diarios españoles que lo que Uribe pretende es seguir el camino abierto por Pastrana, cuando precisamente ha prometido hacer lo contrario. Uribe no centrará su labor en la negociación con los narcoguerrilleros, no hará la más mínima concesión –territorial o política– a “Tirofijo” y demás delincuentes y utilizará la “mano dura” para acabar con la guerra que pesa sobre el pueblo colombiano.

Algunas de las propuestas de Uribe resultan, en efecto, un tanto sorprendentes como esa idea de sustituir los cultivos de coca por bosques. ¿Con qué dinero?, se le preguntó; con la ayuda de Estados Unidos y Europa, respondió. O la idea de convertir a los guardias de seguridad o “celadores” en agentes parapoliciales. La amable mediación de las Naciones Unidas en el conflicto con las narcoguerrillas parece también a estas alturas –y desde la perspectiva europea, que es la nuestra– un tanto inocente. Pero él sabrá por qué lo dice, ya que si algún calificativo le cuadra poco a Uribe es precisamente el de ingenuo. No lo es ni quiere serlo.

En España, y en Francia, Uribe ha recogido un montón de buenas palabras y promesas. Aznar le anunció la concesión de una ayuda financiera próxima a los 225 millones de euros y Chirac le animó con buenas palabras (los euros son otra cosa) y con buenos consejos. Pero, obviamente, la clave de su éxito estará en las “orientaciones” que le ofrezca Bush, muy presionado en el asunto de Colombia por la Cámara de Representantes y el Departamento de Estado.

Acabar con la guerrilla más antigua de Iberoamérica y con el narcotráfico –que viene a ser lo mismo porque guerrilleros y narcos trabajan juntos– no es precisamente baladí. Pero hacerlo en cuatro años parece una misión imposible de forma que tras el triunfo espectacular de Uribe en las elecciones no sería de extrañar que se produjera cierta decepción tanto local como exterior. Las expectativas despertadas son muchas y los medios con los que cuenta, muy limitados.

Desde luego, sólo con apoyos externos y la neutralidad de los países vecinos el nuevo presidente colombiano tendrá alguna posibilidad de pacificar su país y ofrecerle una nueva moral. Sin embargo, Uribe teme, con toda razón, que el régimen venezolano intervenga en el conflicto ayudando a la narcoguerrilla como ha hecho hasta ahora. Su labor no será fácil.

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