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EL MUNDO DE LOS CÓMICS
Stan Lee
David Jiménez




En el mundo del cómic americano existen algunos autores que merecen la consideración de “superhombres”. Son aquellos que por ser pioneros en algún aspecto del cómic-book, o cuya aportación a dicho arte ha sido completamente imprescindible para que el medio fuera como es hoy, se han hecho un hueco en los corazones de los aficionados. Son aquellos que allá donde van, si hay un aficionado al cómic, serán agasajados y contemplados como verdaderos dioses. Son, en definitiva, los Will Eisner, Neal Adams, Jack Kirby o Stan Lee, los que ya estaban allí a pie de cañón cuando nuestros padres aún no tenían carnet de conducir.

De todos estos autores, casi la mayoría ha desaparecido del panorama editorial, apareciendo de vez en cuando en algún Salón (o Convención, como los llaman los americanos) para deleite de los aficionados. Se han retirado a vivir de los royalties de sus creaciones, esos cómics en los que pusieron tanto esfuerzo y por los que tanto se sacrificaron hace ya muchos años.

Todos menos uno. Stan Lee, fundador de Marvel y considerado por muchos el creador del cómic moderno. Hagamos historia: en 1961 un editor de cómics llamado Martín Goodman encargó a uno de sus escritores que hiciera un plagio lo más descarado posible de la nueva serie de su principal competidora, la National: JLA, se llamaba, y se centraba alrededor de un supergrupo formado por los principales héroes de la casa: Superman, Batman, Flash, Wonder Woman, Green Lantern... Goodman quería un cómic que se pareciera a la JLA y, sobre todo, que vendiera igual de bien.

Lieber, que llevaba tiempo firmando sus cómics como Stan Lee, pensó que la compañía de Goodman no tenía unos héroes lo suficientemente consagrados como para plagiar a la JLA; pero, si lo que el editor quería era un tebeo de un supergrupo, él se lo daría. En noviembre de ese año se puso a la venta el primer número de los Cuatro Fantásticos, guionizado por Stan Lee y dibujado por Jack Kirby. Y desde entonces los cómics no fueron los mismos.

Las innovadoras técnicas de Lee, que introducían el concepto de héroes reales y humanos, supusieron toda una revolución en el mundo del tebeo, y dieron comienzo a la Era Marvel de los cómics. Las obras que el escritor, ya fuera en compañía de Jack Kirby o de otros dibujantes como Steve Ditko o Wally Wood, creó en los años siguientes son innumerables: Spiderman, la Patrulla-X, Daredevil, Hulk, el Doctor Extraño, los Vengadores, Iron Man, Thor...

Con el tiempo Lee dejó las labores artísticas para dedicarse a las editoriales, y de ahí a las meramente formales. Tras haber perdido todo peso en la compañía cuando ésta fue pasando de accionista en accionista, a mediados de los 90 recibió el finiquito por parte de unos dueños a los que sus pasados servicios a Marvel no podían importarles menos.

Pero, y en esto se diferencia de otros “superhombres” del cómic, Stan Lee renunció a morir. Creó una compañía de entretenimiento online llamada Stan Lee Media, en que siguió publicando trabajos. Tras el cierre de ésta debido a ciertas operaciones fraudulentas de su socio, fue realizando trabajos sueltos hasta que DC le contrató para hacer unos números especiales en que diera su versión de los personajes estrella de la casa. A su disposición tendría a los mejores dibujantes de la industria y una campaña publicitaria excepcional.

Estos especiales nos demostraron lo que ya todos nos temíamos: el cómic ha evolucionado y Stan Lee no. Siendo un acérrimo defensor de Lee, debo decirlo: el bueno de Stan se está haciendo viejo para esto. Tanto los “Just Imagine Stan Lee Creating…”, que así se llaman los especiales, como la muy reciente adaptación de la película de Spiderman, están plagados de diálogos superfluos, situaciones vistas hasta la saciedad y personajes con los que es imposible identificarse, y eso en el mejor de los casos. En el peor, el lector no puede dejar de preguntarse si Stan no podría haber abandonado cuando aún estaba a tiempo.

Lee puede agradecer a todos los fans el enorme respeto que le tienen; cualquier autor que no fuera él hubiera sido despedazado por las críticas hace mucho tiempo. Pero ni siquiera ese respeto durará para siempre, y es por eso por lo que Lee debe retirarse cuando aún está a tiempo. Cualquier trabajo que haga a partir de ahora, y a menos que de la noche a la mañana cambie completamente su estilo, sólo contribuirá a deteriorar su leyenda.

Los cómics ya no se escriben como en los 60, los sucesores de Lee se ocuparon de ello. Es hora de que él lo vea también. Siempre podrá hacer apariciones estelares en los Salones, siempre podrá hacer cameos en las películas que realicen sobre sus personajes (por ahora ya lleva uno en la de X-Men y otro en la de Spiderman) y, sobre todo, siempre gozará del cariño, simpatía y agradecimiento de los aficionados. Pero debe abandonar ya las labores creativas. Su lugar está en la leyenda del cómic americano.

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