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Decisiones claras, editoriales turbios

Sólo para constatar lo que parece inevitable, esperamos a leer los editoriales que mañana jueves los diarios españoles, en especial los tenidos por progubernamentales, dedicarán a lo ocurrido la madrugada del miércoles en el islote del Perejil. Seguramente, en ellos se felicitará al Gobierno por haber hecho exactamente lo contrario de lo que recomiendan hoy en esas mismas páginas. Libertad digital ha sido uno de los pocos medios españoles, si no el único, en reclamar el desalojo por la fuerza de la isla que había sido ocupada militarmente por Marruecos. Nada más conocerse la noticia, sólo ABC nos acompañó en dicha demanda, pero, a medida que el Gobierno parecía embarcarse en un proceso indefinido de “diálogo” y “negociación”, también este diario se sumó al resto de la prensa que descartaba por “inconveniente” y “visceral” la recuperación de la isla manu militari.

Afortunadamente, aunque con retraso –y apremiado sin duda porque las encuestas ponían de manifiesto que la opinión pública, en contraste con la doctrina editorial de los medios de comunicación, percibía con absoluta claridad lo que era imprescindible hacer–, el Gobierno ha comprendido que prolongar el diálogo sin haber hecho nada, o sea, sin nada sobre lo que regatear, lejos de solucionar el conflicto, lo agravaba. A la petición de que “recapacitara”, Rabat respondió con un nuevo desplante, afirmando que consideraban suya la isla y que no estaban dispuestos a abandonarla voluntariamente. Tras las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores marroquí, hubo relevo en las “fuerzas de ocupación” y la gendarmería real fue relevada por la infantería de marina. Además, un centenar de militares con carros de combate y baterías antiaéreas tomaban posiciones en la costa situada frente al islote. El Gobierno español, finalmente, ha entendido que no podía dejar que pasara más tiempo sin hacer lo que desde el primer momento tendría que haber hecho. De otro modo, España quedaba condenada a esperar la próxima iniciativa de un monarca feudal y un gobierno socialista empeñados en distraer a la opinión pública marroquí de los gravísimos problemas que tiene planteados.

La prensa en esta crisis ha desempeñado un papel bochornoso. Se ha ceñido a apoyar incondicionalmente los mensajes públicos del Gobierno, fueran estos los que fueran, poniendo de manifiesto la precariedad y falta de calado de sus puntos de vista. Nosotros, por nuestra parte, no nos vanagloriamos de que finalmente se haya hecho lo que desde el primer momento pedimos que se hiciera. Sólo hemos defendido lo obvio. Y esta obviedad, simplemente, se ha reconocido tarde. No esperaremos a ver, por otra parte, qué dice el Gobierno para exigirle que no se quede ahí, que no se contente con recuperar lo ilegalmente invadido, sino que imponga ya las sanciones que el despótico régimen marroquí se merece desde hace mucho tiempo. O nos crecemos nosotros o, está visto, se crecen ellos. Sólo hay que tratar de recuperar las buenas relaciones haciendo sufrir a Marruecos los costes de no tenerlas. Lo demás es candidez, incitar al abuso y apostar sobre seguro por el fracaso.

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