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Alberto Míguez

El balsero Alcibíades

Acabo de enterarme de que Alcibíades Hidalgo, ex-embajador de Cuba ante Naciones Unidas y miembro del Comité Central del partido comunista cubano, se escapó de la isla utilizando una balsa como miles de sus compatriotas, y que se encuentra sano y salvo en Miami. Es el “desertor” de más rango del régimen castrista de cuantos huyeron en los últimos diez años. En sus momentos de vino y rosas fue nada menos que “jefe del despacho del comandante en jefe” es decir, Fidel Castro, cargo equivalente a mayordomo administrativo, jefe de gabinete o mamporrero mayor del reino del espanto.

Conocí a Alcibíades en el verano de 1975 durante las celebraciones de la independencia de Mozambique (en el acto decisivo de izar la bandera en el estadio de Machaba murieron doce personas por los tiros “al aire” de los soldados del FRELIMO, el partido único: toda una premonición de la tragedia que seguiría). Era entonces un alto funcionario del régimen castrista, despejado y simpático, que se autotitulaba periodista, aunque por aquellos tiempos era difícil fiarse de lo que decían las gentes con que uno se cruzaba en el África austral. Los cubanos, por de pronto, ya estaban allí antes de enviar sus legiones a Angola para defender al régimen marxista de Agostinho Neto.

Recuerdo que Alcibíades mantenía una postura de gran respeto hacia uno de los representantes de la “delegación española”, el dirigente comunista Santiago Álvarez, recientemente fallecido. Álvarez era uno de los más sectarios y astutos estalinistas que recuerdo y las zalemas de Hidalgo seguramente algo tenían que ver con su historia pasada en la Unión Soviética y en Cuba, donde residió algún tiempo. Me asombró que un joven tan despierto y amable halagara a un pájaro de cuenta como Álvarez, que llegó a ser “secretario general” del fantasmagórico partido comunista gallego y años después publicó unas memorias cuya principal característica es que casi todo lo que cuenta, o es inventado o ha sido “interpretado”, de forma que quien actuó de matarife o de ayudante del verdugo quedaba convertido en un héroe de nuestro tiempo. Cuando un estalinista publica sus recuerdos suelen suceder estas cosas.

Después de aquel casual encuentro, la estrella de Alcibíades siguió brillando con progresiva intensidad hasta ser nombrado primero embajador en Zambia (una plaza de importancia para el despliegue de la inteligencia castrista en África y del poderío militar cubano) y más tarde, en Naciones Unidas, un destino que no suele ofrecérsele a gente del común en el régimen cubano.

También formó parte de la delegación que negoció hace casi veinte años la retirada de las tropas cubanas de Angola. Esa participación suya constituye, según acaba de declarar en Miami, la razón para de su “desgracia”.

Porque, en efecto, Alcibíades había caído en desgracia hace algunos años, como le sucedió al antaño todopoderoso Carlos Aldana o al ex-ministro de Exteriores, Robertico Robaina, ambos en arresto domiciliario o algo parecido. Durante ocho años estuvo haciendo labores auxiliares en un diario llamado Trabajadores que, como casi todos los diarios cubanos (hay sólo uno, Granma) suele ser utilizado para labores higiénicas en los excusados de la isla pese a la rugosidad de su papel.

Al fin, harto de tanta ingratitud y tanta frustración, Alcibíades se convirtió en balsero y acaba de llegar a Miami sano y salvo. Hasta en eso ha tenido suerte, porque muchos de sus compatriotas han terminado entre los dientes de los tiburones del estrecho de La Florida.

“Toda mi vida fui un revolucionario sincero, un creyente en la revolución” declaró Alcibíades en su recién estrenado exilio. Asombra que un revolucionario de tanta experiencia haya advertido solamente al cabo de tantos años cómo se las gastan Castro y sus sicarios, aunque, por supuesto, más vale tarde que nunca. “He decidido no ser un peón más de la finca del Dr. Castro” dijo también para explicar su huída.

Pero lo más interesante de cuanto el balsero Alcibíades pueda decir sobre Castro y sus compinches está por venir, aunque haya adelantado algo. Alcibíades fue también colaborador íntimo del general Raúl Castro, el “hermanísimo” y sucesor de Fidel en el que algunos necios han llegado a colocar sus esperanzas de liberalización del régimen. He aquí el retrato que hace del general en cuyas manos están nada menos que las fuerzas armadas: “Raúl es un ser obtuso, obsesionado por el poder, represivo, sin ninguna altura intelectual e incapaz de tomar ninguna decisión”. ¡Vaya futuro para los cubanos!

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