Oí a alguien comentar el otro día que el púgil británico Lennox Lewis había sido el más grande de todos los tiempos, como si Joe Louis, Muhammad Ali, George Foreman, Joe Frazier, Mike Tyson o el mismísimo Evander Holyfield simplemente no hubieran existido, se hubieran desvanecido en la flaca memoria de quien hizo tal aseveración. El comentario le resultó muy jocoso a mi amigo Jaime Ugarte, uno de los periodistas que mejor "cuentan" el boxeo, y a mí mismo llegó a parecerme una broma de mal gusto. De Lewis se esperaba mucho y aunque nadie pueda negarle la evidencia de un "super-clase", creo que entre él y Louis o Ali hay una diferencia abismal, sideral. El primero defendió en veinticinco ocasiones consecutivas –entre 1937 y 1949– su cetro mundial unificado, llegando a ser campeón del mundo durante once años y siete meses. Ali era Ali, único e irrepetible.
Y sin embargo Lewis ha tenido un gesto que firmaría el propio Clay, el Clay de los mejores tiempos, el más sobrado: el británico no quiere enfrentarse a Chris Byrd por la, según él, bajísima calidad del contricante. Antes que eso y tras su victoria sobre Tyson –que era quien realmente le obsesionaba– Lewis ya se negó a pelear con el ruso Vladimir Klitschko para unificar los títulos del Consejo Mundial de Boxeo y la Organización Mundial de Boxeo. Ahora renuncia al título de la Federación Internacional, por lo que podríamos bautizar como "K.O. por aburrimiento" sobre sus teóricos contrincantes. Aunque pueda parecer presuntuoso, Lennox Lewis tiene razón y en el panorama boxístico mundial no existe absolutamente nadie que pueda hacerle sombra, menos aún tras su victoria del pasado 8 de junio ante el "terror del Garden".
Probablemente, los asesores de imagen de Lewis hayan pensado que esta es la única forma de que su pupilo pase a la historia con mayúsculas. No se retirará invicto como Rocky Marciano, ni habrá peleado durante cinco décadas seguidas como Roberto Durán a quien bautizaron como "mano de piedra"; no se irá con el record de "K.O’s" para un peso pesado, registro que ostenta todavía George Godfrey con un total de setenta y cuatro, ni habrá disputado 122 peleas como Ezzard Charles. Simplemente se habrá marchado por aburrimiento, por hastío, como hizo antes que él aquel tenista sueco, Bjorn Borg, a quien sólo le quedaba ya ganarse a sí mismo. Lewis no es Louis, ni mucho menos Ali, pero es verdad que se quedó sin enemigos sobre el cuadrilátero.

K.O. por aburrimiento
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