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PNV: forzar el límite

Tan imperioso es el deseo de los nacionalistas por construir su utopía tribal totalitaria e imponerla a una abrumadora mayoría que no la desea ni de lejos (Navarra y País Vasco francés) que no tienen empacho en ir de la mano de los asesinos de ETA-Batasuna con tal de ver realizado su anhelo. De nada han servido las disposiciones constitucionales, las concesiones, las claudicaciones y los agasajos prodigados por los sucesivos gobiernos de la democracia para que los nacionalistas se sientan cómodos en España. La generosa autonomía concedida al País Vasco –más extensa incluso de la gozan los territorios de un estado federal como Alemania–, reconocida en la Constitución y reflejada en el Estatuto, fue uno de los pactos fundantes de la Transición con el que se esperaba resolver de una vez por todas el “problema vasco” y obtener la lealtad de los nacionalistas para con el nuevo régimen democrático, así como su colaboración para extirpar el cáncer etarra.

Sin embargo, el PNV siempre ha exigido un precio adicional por esa lealtad y colaboración. Hasta el pacto de Estella con el entorno de ETA había practicado una constante política de chantaje institucional, agitando de vez en cuando el espantajo de la secesión con un discurso ambiguo para obtener nuevas prebendas, al tiempo que capitalizaba los réditos políticos de los crímenes de ETA. Pero cuando el PNV obtuvo todo lo que podía dar de sí el marco constitucional y estatutario, abandonó la orilla de las convicciones democráticas –si es que alguna vez estuvo en ella plenamente– para quitarse la careta y pactar en Estella con los asesinos la estrategia secesionista.

Los nacionalistas vascos, aun a pesar de la red de intereses creados que han tejido durante casi una generación en el poder y del apoyo casi incondicional que les prestan los medios de Prisa, son conscientes de que probablemente tocaron su techo electoral en las pasadas elecciones vascas, y ello con los votos de Batasuna. Ibarretxe prometió dar pasos importantes hacia la secesión en esta legislatura, y para Arzalluz, la independencia era cosa de una o dos legislaturas más. Por eso les urge caminar hacia su objetivo final, aunque para ello tengan que asumir la corrupción moral que implica alinearse con los asesinos, con quienes que comparten los fines y a quienes tantos réditos políticos les deben, y despreciar a sus víctimas. Ha sido precisamente la ilegalización de Batasuna lo que ha impulsado a los líderes del PNV a acelerar el ritmo en su marcha hacia la secesión, pues con la ilegalización pronto se verán privados de gran parte de esos “réditos”.

Puede que la propuesta de Ibarretxe en el pleno del parlamento vasco de avanzar hacia un “estado libre asociado” a España no sea más que una provocación destinada a hacer perder los nervios al Gobierno, pero sería un grave error no tomarla en serio y privarle del valor que tiene en la estrategia secesionista de ETA-Batasuna-PNV. Una interpretación forzada de la Constitución y el Estatuto podría incluso dar cabida a sus pretensiones. Los nacionalistas saben perfectamente que han llegado al final del camino que delimitan la Constitución y el Estatuto, e intentarán traspasar el límite a la menor oportunidad, por lo que el Gobierno debe estar atento al desarrollo de los acontecimientos y prepararse para la posibilidad de aplicar el Art. 155 de la Constitución, que prevé la suspensión de la autonomía en los casos en que una comunidad atente gravemente contra el ordenamiento jurídico, la unidad nacional o los intereses generales de España.

La incógnita será el PSOE y los medios de PRISA –los tradicionales apoyos de los nacionalistas en la orilla democrática. Es probable que, hasta las próximas elecciones generales, los nacionalistas continúen elevando el tono de la apuesta sin llegar a traspasar los límites legales, a la espera de que el Gobierno cometa algún error que ellos puedan aprovechar o que el PSOE regrese a La Moncloa. Las recientes declaraciones de Zapatero sobre una nueva “era de entendimiento” con el PNV cuando el PSOE llegue de nuevo al poder no hacen presagiar nada bueno. Sin embargo, un acercamiento al PNV o una justificación de sus tesis en estos momentos podría salirle muy caro electoralmente al PSOE, pues no puede decirse que la mayoría de sus votantes estén felices con la perspectiva de la secesión. Ni aunque la apoyen o justifiquen los medios de Polanco.

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