La última vez que la selección española de fútbol jugó en el País Vasco fue el 31 de mayo de 1967, con goles de Grosso y Gento. No es que haya llovido desde entonces, no, sino que han caído auténticos chuzos de punta. Han pasado treinta y cinco años y el equipo de todos los españoles no ha vuelto a jugar allí, constatando –aunque este sea el chocolate deportivo del loro– la anormalidad institucional en la que nos encontramos inmersos. Profesionalmente, sólo he conocido a dos presidentes de la federación española de fútbol, José Luis Roca y Angel Villar, y a ambos les pregunté en algún instante a lo largo de su gestión lo siguiente: "¿Por qué no?"; su respuesta era siempre la misma: "no es el momento". Era el momento de ver a España jugando en Sevilla, Valencia o Cáceres, pero nunca lo era para que lo hiciera en Bilbao o San Sebastián, olvidando que el momento lo elige uno cuando tiene el poder para hacerlo.
Ese momento ha llegado, o al menos ha llegado el instante en que debatamos abiertamente sobre la continua negativa para que permitan jugar a nuestra selección en el País Vasco. La Diputación General de Alava ha dado un valiente paso hacia adelante al solicitar oficialmente que Mendizorroza albergue un partido internacional, pero el jarro de agua fría ha llegado por parte de la Federación Vasca de Fútbol. Su presidente, Laurentzi Gana, dijo el otro día lo siguiente: "El fútbol debe ser un factor de unión y en este caso se produciría una fractura aún más grande. No se deben buscar problemas, por ello no vamos a pedir que España juegue en el País Vasco".
Gana dice en realidad esto: "El fútbol será un factor de unión siempre y cuando la selección no pase al País Vasco, en cuyo caso sería de desunión porque se podría armar la marimorena". Lo que más me llama la atención es que diga que "no se deben buscar problemas". El amigo Laurentzi –que tendría que presentar su dimisión irrevocable cuanto antes– no debe ser consciente de que hay muchos compatriotas nuestros que ya sufren problemas a diario en el País Vasco por defender la libertad de opinión. Si constituye un problema que España juegue en España es que algo funciona rematadamente mal.
Tampoco me ha gustado la poética pero poco efectiva actitud de Gerardo González: "estamos encantados, pero"... "sería un orgullo, aunque"... Aquí no hay "peros" que valgan. La selección española debe tener el derecho real a jugar donde se lo soliciten, y si Ramón Rabanera lo ha pedido, quien sea que esté al frente de la federación vasca debe dar el "sí quiero". Punto. No se necesita el aval de Laurentzi Gana, sino la voluntad institucional para que no pasen otros treinta y cinco años antes de que España vuelva a jugar en el País Vasco. Grosso ya no podrá verlo; esperemos que Gento sí.

Ojalá pueda verlo Gento
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