El argumento, difundido por los órganos de propaganda del felipismo, de que una alianza con el PP en defensa del marco constitucional sólo beneficiaría electoralmente al partido de Aznar en detrimento de los socialistas –el “seguidismo” del PP, que sirvió para defenestrar a Redondo Terreros–, además de ser falso, muestra con toda claridad cuáles son las prioridades de la actual directiva del PSOE. Obsesionados por llegar a La Moncloa a cualquier precio y vigilados de cerca por el furor vengativo de González, los líderes del PSOE, con Blanco y Zapatero a la cabeza, son incapaces de ver que la batalla política en el País Vasco y Cataluña no es entre el PSOE y el PP sino entre nacionalistas y constitucionalistas, entre la libertad o la servidumbre; y que el futuro político del PSOE –como ha quedado de manifiesto en las sucesivas elecciones autonómicas vascas, donde el electorado pasó factura al PSE por sus años de gobierno junto al PNV– no está, pues, en el acercamiento al nacionalismo.
Antes al contrario. La masiva asistencia a la manifestación “contra el nacionalismo obligatorio” convocada por ¡Basta ya! –Fernando Savater no es precisamente el arquetipo de votante del PP– indica claramente que existen muchos vascos de todos los colores políticos que no se resignan a ser ciudadanos de segunda clase y perpetuos vasallos de los nacionalistas. Abrazando el “seguidismo” nacionalista de Maragall –cuya máxima aspiración es administrar y consolidar la herencia política de Pujol en un “renovado” Reino de Aragón– así como la postura de Elorza –quien supera ya en nacionalismo a los “michelines” del PNV–, Patxi López ha completado la involución nacionalista del PSE, iniciada con la liquidación política de Redondo Terreros y continuada con la “adaptación” de Javier Rojo a las nuevas directrices. Con ello, tanto Maragall como Elorza y López, han traicionado al votante de izquierda no nacionalista, dejándolo huérfano de representación. Y hoy por hoy, el único partido que defiende con claridad el derecho a no ser nacionalista y que tiene una idea clara y viable de España es el PP, con lo que, paradójicamente, evitar el “seguidismo” alineándose con los nacionalistas podría muy bien tener el efecto opuesto, es decir, el fortalecimiento del PP en el País Vasco y Cataluña.
La debilidad del liderazgo de Zapatero, quien debe la secretaría general a Maragall, que permitió que González le impusiera a Patxi López en detrimento de su principal aliado en la línea de ruptura con un PNV secesionista y que se aferra a Elorza para conservar la alcaldía de San Sebastián a cualquier precio, está provocando la descomposición del PSOE como partido nacional. Queda por ver si la estrategia de acercamiento a los nacionalistas en el País Vasco y Cataluña y los flirteos con el “federalismo asimétrico” de Maragall –dejando aparte su mezquindad e irresponsabilidad– le producirán réditos electorales al PSOE en las municipales vascas y catalanas. Pero de lo que parece haber menos dudas es de que el votante socialista del resto de España no ve con muy buenos ojos el apoyo o a aquiescencia respecto de los proyectos “centrífugos” de Maragall, Elorza y López.
José Bono, viejo zorro de la política y uno de los barones más influyentes del PSOE (a punto estuvo de ganarle la secretaría general a Zapatero), no hace mucho que se pronunció con toda claridad en contra de la desmembración de España y del PSOE, sabiendo que contaba con el pleno apoyo de los castellano-manchegos y del resto de los españoles. Sabe perfectamente que, para ganar las elecciones generales, el PSOE, antes incluso de tener un programa de gobierno, debe ser un partido nacional comprometido con la defensa del marco constitucional. Y hoy el PSOE, además de no tener otro programa que no sea la conquista de La Moncloa, no tiene tampoco una idea clara de España.

La descomposición del PSOE

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