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Escándalo en Fuenlabrada

El Ayuntamiento socialista de Fuenlabrada se convirtió el fin de semana pasado en centro de atención de la política regional. Al parecer todo empezó con el envío, a 42 colegios de primaria de la localidad, de unos libritos de contenido pedagógico-sexual. Las quejas de algunos escandalizados profesores llegaron al Consistorio, que ordenó la retirada del libro y alegó en su defensa un error cometido por no se sabe muy bien quién. Por lo que parece, nadie se había preocupado de leer el contenido de unos manuales que pretendían dar a los niños, o a los adolescentes, una educación sexual “no sexista”.

La prensa del fin de semana dedicó varias páginas a este asunto sin que haya quedado demasiado claro a quién iba dirigido el manual, quién lo escribió, quién lo publicó, quién lo difundió ni quién, posteriormente, lo retiró. Lo que parece cierto es que el envío del libro a las escuelas iba acompañado de una nota de la concejal de cultura en la que subrayaba que el objetivo del libro era “contribuir a fomentar la educación en la igualdad de derechos y de sexos”.

Aunque la mayoría de las voces que se han dejado oír expresaban preocupación porque el libro cayera en manos de niños menores de 12 años, no ha faltado quien se congratulara de que la rápida retirada de los controvertidos manuales haya evitado que lo leyera algún padre.

Pero, cosa rara, esta vez nadie parece haberse acordado de los hijos de inmigrantes que tantos quebraderos de cabeza dan a nuestros pedagogos progresistas. Nadie se ha referido a la impresión que estas guías de sexología podían causar en esas pequeñas musulmanas, por ejemplo, que cada vez en mayor número acuden a clase con la cabeza cubierta, que no hacen deporte, que no juegan con chicos y que son estrechamente vigiladas por algún varón de su familia. Supongo que también ellas merecerán recibir una educación sexual igualitaria.
Cuando me pregunto qué hubiera pasado si el libro cae en manos del padre de una de estas niñas no puedo por menos de recordar las palabras de Jatamí, aplaudidas hace días por los universitarios madrileños: “en occidente hay demasiada lujuria”. Yo no sé si hay en occidente poca, mucha o demasiada lujuria, lo que sí sé es que, entre nosotros, la estulticia y la incoherencia abundan en demasía.

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