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Víctor Llano

¿Tanto remar para morir en la orilla?

Un día antes de regresar a La Habana, el último premio Sajarov aseguró en Madrid que “el Proyecto Varela es un medio y no un fin”. Al final de un larguísimo viaje que nunca pensó hacer, Oswaldo Payá se declaró “socialcristiano” y pidió al régimen de Fidel Castro que hiciera pública la iniciativa disidente que reclama que en la isla se celebre una consulta democrática.

El líder del Movimiento Cristiano de Liberación acusó al régimen comunista de no respetar sus propias leyes, pero “olvidó” señalar que antes de que a él se le permitiera viajar a Europa, el Parlamento castrista le había comunicado que su famoso intento había sido archivado por ilegal. Según Miguel Álvarez –asesor de Ricardo Alarcón, el siniestro personaje que Castro hace pasar por presidente de la supuesta Asamblea Nacional– “el Proyecto Varela fue analizado por la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos y ésta decidió archivarlo y dar cuenta a sus promotores de ese veredicto”. ¿Por qué Payá insiste en que el régimen de Cuba no responde a su iniciativa si desde el mes de noviembre conoce que el “Varela” ha sido archivado? Por desgracia, el disidente cubano no quiso o no pudo hablar con nosotros; siempre críticos, no con él –que es capaz de afrontar serios riesgos por defender los derechos humanos en la isla de las doscientas cárceles– pero sí con una iniciativa absurda, que puede llevar a muchos a pensar que es posible que la tiranía cubana pregunte a los que tiene por esclavos si quieren dejar de serlo.

Si Payá nos lo hubiera permitido le hubiéramos preguntado ¿por qué habla de perdonar los crímenes de ambos bandos? ¿De qué bandos habla este hombre? Quizás los verdugos necesiten algún día que Payá les perdone, pero las víctimas exigen que se haga justicia y se sepa lo que ocurrió. Después de leer las muchas declaraciones que ha hecho, a uno le queda la desalentadora impresión de que el promotor del Proyecto Varela desea que se olvide lo que no se puede olvidar y se comience de cero como si nada horrible hubiera ocurrido en los últimos cuarenta y cuatro años de gobierno comunista.

El disidente cubano -que no se cansa de hablar de reconciliación y encuentro- jamás, a no ser que se le pregunte por ellos, recuerda a otros opositores que existen en la isla y que siendo tan pacíficos como él, no se les permite abandonar la prisión grande y explicar a los europeos y norteamericanos, que Castro, lejos de “consentir” la disidencia más comprometida, la persigue y encarcela. Payá no ha inventado la disidencia, sin embargo, oyéndole, parece como si antes de él, nadie se hubiera atrevido a denunciar en que en su país no se puede respirar libremente. Su discurso es siempre el mismo y en exceso pedagógico, insiste en repetir frases que solemnizan lo obvio, pero que en el fondo, aun sin pretenderlo, ocultan una realidad insoportable.

En la quinta edición del Foro de Madrid organizado por la Fundación Popular Iberoamericana, Payá aseguró que en Cuba está naciendo una nueva clase capitalista integrada por altos dirigentes del régimen. Sin embargo, el promotor del Proyecto Varela, no denunció que esto es posible gracias a que muchos especuladores europeos se han prestado a hacer negocios con los tiranos que él ya ha perdonado. Según el informe anual del año 2002 hecho público por el Ministerio de Inversión Extranjera y Colaboración cubano, España, con al menos 105 negocios concertados, encabeza la lista de las naciones que invierten en la isla de los hermanos Castro. Pero claro, en un acto organizado por el Partido Popular, Payá no iba a criticar a los que corren a financiar el apartheid que sufren sus compatriotas. Puede que Payá sea tan buen cristiano como nos quiere hacer ver, pero no es un ingenuo y, antes que buscarse problemas con los que dicen ser sus amigos y sólo pretenden salvar sus capitales, prefiere callar y hablar del sexo de unos ángeles que están tan alejados de la realidad como él.

A los exiliados les pide “apoyo”, paciencia y comprensión, pero según su proyecto, éstos no podrán presentarse a unas futuras elecciones democráticas en Cuba hasta que no lleven un año residiendo en la isla. ¿Quién es Oswaldo Payá para decidir quiénes pueden o no ejercer la política en su país? Para eso ya tenemos a Fidel Castro. ¿Los millones de cubanos que sobreviven gracias a los dólares que les envían sus familiares van a negar a éstos su derecho a participar en un futuro proceso democrático? ¿Tanto remar para morir en la orilla?

Sentimos que Payá no haya querido hablar con nosotros horas antes de regresar a La Habana. En mes y medio que hemos estado leyendo sus declaraciones no hemos sido capaces de comprenderle. En cualquier caso, aunque no podamos participar de su entusiasmo por un proyecto absurdo que nos parece más un fin que un medio, le deseamos que le “vaya bonito”, que no pierda el trabajo, que como a otros muchos nunca le encierren en una mazmorra y que los niños del barrio se atrevan a jugar con sus hijos.

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