Creo que casi todos escribimos con un exceso de mayúscula. Si uno quiere destacar un nombre común, hay varias maneras de hacerlo; ahí está la gracia del estilo. La peor de todas es ponerle una mayúscula donde no corresponde. La norma es clara: se escribirán con mayúscula inicial las palabras que representen personas físicas o morales de forma individualizada. Por ejemplo, nombres propios, nombres geográficos o de empresas o instituciones. Hay casos excepcionales en los que, sin adaptarse a esa regla, se sigue una tradición; por ejemplo, las épocas históricas (el Renacimiento o la Ilustración). Una convención es que el comienzo de una frase después de un punto va con mayúscula inicial. Algunos ponen “Estado” con minúscula para quitarle importancia, pero esa palabra exige la mayúscula inicial porque es una persona jurídica. Claro que para algunos “el estado” es tanto como decir “la sociedad”, en cuyo caso no pide la mayúscula.
Mi reacción particular ante un texto con muchas mayúsculas injustificadas es de rechazo. Espero que a muchos lectores les pase lo mismo.

Exceso de mayúsculas

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