A despecho de encuestas, manifestaciones y amenazas de la Oposición –más preocupada por desprestigiar al Gobierno de cara a las próximas elecciones municipales de mayo que por la paz y la seguridad mundial–, el presidente del Gobierno, José María Aznar, defendió el lunes, en entrevista ante las cámaras de Tele 5, los argumentos sobre los que se fundamenta la posición de España en la crisis de Irak.
El incentivo que para dictadores psicópatas y terroristas supondría la falta de firmeza con Sadam Hussein y el bloqueo de Naciones Unidas, la naturaleza delirante, despótica y criminal de su régimen –admirablemente retratado en un excelente reportaje que emitió también Tele 5, aunque a una hora intempestiva, y al que se refirió Aznar para apoyar su argumentación–, los intereses petrolíferos de Francia, Rusia y China en Irak, la alusión a Slobodan Milosevic y la intervención en Kosovo, realizada sin autorización de Naciones Unidas y aun a pesar de la oposición de la opinión pública, y la imposibilidad de luchar contra el terrorismo internacional si se margina a los EEUU fueron las principales razones –defendidas por este diario desde el inicio de la actual crisis– que manejó el presidente del Gobierno en su comparecencia televisiva.
Aunque hay quienes se quejan, dentro del propio PP, de que Aznar obvia deliberadamente las consecuencias electorales del apoyo a EEUU precisamente porque no concurrirá a una tercera cita electoral como candidato a la presidencia del Gobierno, de un modo u otro el líder del PP está actuando conforme a los intereses de España –entre los que la lucha contra el terrorismo ocupa un lugar prioritario– y a los del mundo libre colaborando activamente en una de las batallas más importantes de la guerra contra el terrorismo. Como señaló Aznar en la entrevista, “los ciudadanos me han elegido para que pueda garantizar su seguridad interna y externa y esa es mi responsabilidad y lo que intento ejercer”.
A diferencia de otras veces –la malograda reforma laboral o la concesión a Polanco del “monopolio perfecto”–, el presidente del Gobierno ha decidido no ceder a las presiones de la Oposición ni de las naciones “pacifistas” –cuyas motivaciones poco tienen que ver con un pacifismo sincero y responsable– y mantenerse fiel a sus principios y convicciones. Esta es una de las ocasiones en que la visión de Estado está reñida con la popularidad a corto plazo, y por ello es obligado felicitar al Gobierno por su firmeza y claridad de ideas en torno a esta crisis, de la que ha de nacer un nuevo orden mundial. Si la ONU ha de ser fuente e instrumento de la legalidad internacional en el futuro –y no un simple pretexto para que países poco recomendables o intereses mezquinos obtengan beneficios a cuenta de obstruir la acción de las naciones civilizadas en defensa de la paz y la seguridad mundial– será preciso reformar sus estatutos para adecuarlos a una realidad muy distinta de la guerra fría, para la cual fueron concebidos. Por primera vez en la historia reciente, España tendrá la ocasión de jugar un papel destacado en el establecimiento de ese nuevo orden.

Aznar: visión de Estado

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