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Alberto Míguez

¿Accidente o atentado?

La tragedia que se acaba de abatir sobre Argelia obliga a preguntarse sobre sus causas o autoría. La planta de Skidda era, hasta ahora, una de las instalaciones de gas natural más importantes del país –que es uno de los primeros productores de gas del mundo– y también una de las más modernas. Contaba, obviamente, con sistemas de seguridad muy avanzados que, aparentemente, impedían tanto un ataque terrorista como un fallo de carácter técnico. El personal que en ella trabajaba no era muy numeroso, aunque sí poseía un alto nivel técnico.
           
Los grupos integristas armados (GIA, Grupo Islámico Armado o GSPC, Grupo salafista para la predicación y el combate) no atentaron desde 1992, en que empezaron a actuar, contra instalaciones petroleras o gasísticas porque sus dirigentes creían que el petróleo y el gas natural eran "del pueblo" y permitían a muchos miles de personas trabajar y alimentar a sus familias.
 
Los diversos oleoductos que atraviesan el desierto argelino –y en algunos casos se extienden hasta Europa, España incluida– jamás fueron objeto de atentados terroristas. Estaban aparentemente a salvo de la locura criminal terrorista que, sin embargo, era capaz de hacer estallar en pleno centro de Argel una bomba y matar a decenas de personas.
 
No está claro, sin embargo, si la seguridad establecida en torno a estos oleoductos disuadía a los terroristas o si las características de este tipo de instalaciones y su ubicación constituían una defensa natural. En Irak ha podido verse sin embargo en los últimos tiempos que los oleoductos son también vulnerables. Pero una planta de refino y tratamiento es muy distinta de un oleoducto en todos los sentidos.
 
El petróleo y el gas son el salario de Argelia, su monocultivo y su recurso principal: el 90% de sus exportaciones se derivan de estos productos (y el 60% del gas natural que se consume en España es de origen argelino, conviene no olvidarlo) de modo que cualquier acto contra las instalaciones de refinado o transporte tiene gravísimas consecuencias económicas.
 
Dada la locura criminal de los "salafistas" (el GSPC es la banda más activa actualmente, el GIA prácticamente ha desaparecido) no cabe excluir que la tragedia de Skidda sea obra suya. Las consecuencias para España pueden ser también graves porque la tan cacareada "diversificación" de suministros energéticos es todavía una asignatura pendiente. El gas argelino resulta hoy por hoy imprescindible e irrenunciable. Cualquier fallo en el abastecimiento tendría consecuencias fatales.
 
Argelia celebrará dentro de dos meses elecciones presidenciales y la situación política interna está un tanto revuelta. La cúpula militar acaba de advertir al actual presidente, Abdelaziz Buteflika, que no permitirán fraude ni trampas en los comicios. Hay un ambiente enrarecido en el país que esta tragedia no ayudará precisamente a disiparse. Por cierto que el hombre fuerte del ejército, el general Lamari, estaba en Madrid cuando la explosión de Skidda se produjo. Regresó inmediatamente a su país.
 

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