Ralph Nader inició en los años 60 una cruzada para mejorar la seguridad de los automóviles con un libro en el que crucificó a la industria automovilística y a un coche de la General Motors en particular, el Corvair. A partir de ahí, se dedicó a fundar y promover un nuevo y lucrativo negocio: las organizaciones de derechos del consumidor. El concepto que el mismo Nader tiene de sus defendidos lo resumió él mismo cuando dijo que debían "ser protegidos en ocasiones de su propia indiscreción y vanidad". Dicho de otro modo, los consumidores como usted o como yo somos demasiado tontos para saber qué consumir y gente como Ralph Nader debe tomar esa decisión por nosotros.
Cuando alguien compra algo, está intercambiando el producto de su esfuerzo (a no ser que sea un titiritero del cine, claro) por un bien al que considera más valioso que el dinero que da por él. Una organización de defensa del consumidor como Dios manda debería limitarse a evitar que las empresas den información falsa o publicidad engañosa que lleve a alterar la valoración que cada uno hace de sus productos.
FACUA ha decidido ir más allá en su denuncia del nuevo servicio de correo de Google, al indicar que podría ir en contra del "derecho" de un usuario a oponerse al tratamiento de sus datos con fines publicitarios o la prohibición de enviar publicidad no autorizada. El usuario, para contratar el servicio, deberá dar su consentimiento a unos términos de servicio donde se incluye la política de privacidad del mismo. Si el usuario no desea dar su consentimiento a que sus datos (en este caso, los contenidos de su correo) se usen para enviarle publicidad, tiene una manera muy sencilla de evitarlo: no pedir una cuenta de correo. Si se impusieran las tesis de FACUA, Google simplemente tendría que optar por no dar el servicio, al impedirle el cobro a sus usuarios por medio de la publicidad. ¿Estaríamos acaso mejor en ese caso? Entonemos entonces todos un hurra por los "derechos" de los consumidores.
Confieso mis reservas hacia la política de privacidad del servicio de Google. No tanto al hecho de que "lea" mis mensajes para ponerles publicidad, pues los leería de todos modos para mostrármelos, sino porque pueda guardar copias de mis mensajes aún cuando los haya borrado. Pero en todo caso, tanto si decido suscribirme al servicio como si no, será mi decisión, no la de mis supuestos defensores. Más aún cuando para criticar esta medida usan un artículo de la LSSI referido a los datos de tráfico, que nada tiene que ver con los correos electrónicos que almacena Google.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.