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Alberto Míguez

Chávez contra Cisneros

La policía política del régimen venezolano (DISIP) y elementos del ejércitos allanaron días pasados una hacienda colonial del multimillonario Gustavo Cisneros situada a setenta kilómetros de Caracas. Buscaban armas y municiones pero se fueron con las manos vacías. No había, dijo uno de los trabajadores de la hacienda, “ni una pistola de agua”.
 
A esa misma hora los polizontes del comandante Chávez allanaban también un galpón de la embajada americana donde se almacenaban muebles viejos. Lo hicieron ,por supuesto, violando el estatuto diplomático del local. Tampoco encontraron lo que buscaban, es decir, elementos que demostrasen la involucración de los “gringos” en el anunciado –por Chávez- golpe de Estado donde participarían sectores de la oposición democrática y los Estados Unidos.
 
Chávez cree que la oligarquía venezolana, la vieja clase política y la Administración norteamericana trabajan a marchas forzadas para echarlo del poder. Lo ha dicho y repetido estos días en sus reiterativas y un tanto soporíferas intervenciones por radio y televisión.
 
Gustavo Cisneros, amigo de Felipe González y de otros capos de la comunicación en España, constituye para Chávez el enemigo principal y el mascarón de proa de la conspiración en marcha. Le gustaría acabar con él y de paso silenciar a todos los medios que controla tanto en Venezuela como en Estados Unidos (es dueño de la cadena Univisión, la más importante en lengua española) pero Cisneros es todo menos tonto o inocente y por supuesto no vive en Caracas ni visita sus propiedades venezolanas frecuentemente. Por si acaso.
 
Para Chávez, Gustavo Cisneros, es el retrato-robot del enemigo y conviene, por tanto, acabar con él utilizando los medios al uso. Los funcionarios de inteligencia destacados por Castro en Venezuela (diez mil, aseguran algunas fuentes) con la cobertura de enfermeros, médicos, “entrenadores” deportivos, etc, sin duda le facilitarán la tarea. Para eso fueron enviados allí.
 
Concentrando en Cisneros el fuego propagandístico, Chávez obtendrá ciertas adhesiones de la izquierda criolla e iberoamericana o incluso española. Cisneros, cuya biografía autorizada fue presentada días pasados en Madrid con la presencia de los más granado de la intelectualidad concentra todas las características para concitar inquinas y odios eternos: es rico, poderoso y ambicioso. Tiene, además, muchos amigos en Venezuela.
 
Lo que el fundador y artista exclusivo de la república “bolivariana”, es decir, el comandante Hugo Chávez, intenta completar estos días es relativamente fácil de entender: quiere simplemente impedir que pueda celebrarse el referéndum de revocación en el que anda metida la oposición democrática desde hace meses. Y para eso, todo sirve: la denuncia a bombo y platillo de que ochenta “paramilitares colombianos” preparaban un cuartelazo, el allanamiento de haciendas, casas y locales (además de Cisneros, también otras de la familia del expresidente Carlos Andrés Pérez) de “la oligarquía”, el asalto al almacén de muebles viejos de los “gringos” o el descubrimiento de varios chalecos antibalas.
 
Ni que decir tiene que para la oposición democrática la historia de los paramilitares colombianos es un cuento chino o japonés carente de cualquier verosimilitud. Nadie en Europa, Estados Unidos o América Latina se cree las invenciones, fábulas y cuentos del comandante. El descrédito internacional del personaje es apabullante. Pero eso a él le importa un pito: Castro le dio hace años un consejo que parece dispuesto a seguir al pié de la letra. Reconvertir al régimen en una dictadura castrense mediante el control de generales, coroneles y oficialidad bien pagada y a poder ser, corrompida. Las fuerzas armadas chavistas se han convertido así en una suerte de policía política castrense al servicio del líder y de la dictadura. Todo esto mezclado a la conspiración exterior, la injerencia americana y la inspiración de la vieja oligarquía económica –Cisneros– o política –Carlos Andrés Pérez– podría permitirle salirse con la suya, evitar el referéndum y adaptar el modelo venezolano al cubano. Porque precisamente de eso se trata.

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