Antonio Muro (Sevilla) cuenta una práctica literaria muy ingeniosa que le hacían desarrollar en el Colegio Claret de Sevilla. Consistía en inventar palabras con una cierta lógica etimológica. Don Antonio inventó la palabra absfumio, la persona que no fuma. Esta lógicamente emparentada con abstemio, el que no bebe alcohol. Me apunto a esa práctica de la búsqueda de neologismos. A los lectores de LD los llamo libertarios digitales.
Luis Medina llama de todo menos bonitos a los editores de LD porque utilizan versus en el sentido de “contra”, cuando en latín significa “hacia”. Por el origen, la cosa es clara, pero se impone cada vez más la forma versus (=contra) que procede del lenguaje jurídico inglés. Quizá fuera un error de los ingleses y norteamericanos, puesto que a ellos el latín les baila un poco. Pero ese uso está ya establecido y así lo hemos importado. Está ya incorporado a los diccionarios de uso (Seco, Alvar, Clave) y por tanto no expresa ignorancia, como supone don Luis. Él dice burremia, palabra que no figura en ningún diccionario. En todo caso, se podría haber dicho burrada o burrez. Hay una novela de Camilo José Cela, Cristo versus Arizona que legitima la importación. A mí personalmente no me hace muy feliz el versus (=contra), pero comprendo que no es ninguna burrez incorporar el neologismo, sobre todo si es ánimo jocandi.
José Blanco (no confundir con el político homónimo, familiarmente “Pepiño”) me contesta “indignado” por mi tolerancia con “almóndiga”. Claro que hoy se trata de un vulgarismo, pero no es una degeneración reciente. Durante siglos los españoles dijeron alternativamente albóndiga o almóndiga, cerebro o celebro, hasta que fueron decantándose las opciones actuales, cultas. Pero el castellano es una paulatina corrupción del latín, hecho tan natural como el de la amapola que florece en el muladar. Es muy común el proceso por el que el vulgarismo es sustituido por el cultismo. Por ejemplo, película es un cultismo redicho; lo natural es que dijéramos pelleja. En cambio, decimos cangrejo y no cangrículo. Claro que debemos luchar contra los vulgarismos, pero a veces se convierten en hallazgos. Recuerde don José lo del haiga, el coche fastuoso de los años de la postguerra.
Otra ilustración de lo anterior es la palabra melancolía. Javier Lizarraga Michel, con buen sentido, me recuerda que es la forma correcta de una palabra griega que significa “bilis negra”. También se decía “atrabilis”. Reitero que en el Quijote se dice malenconía, forma que hoy ha quedado definitivamente enterrada.
Rafael de Otaiz (Alcorcón, Madrid) protesta por la irrupción de algunos neologismos asociados a la informática: joystick, hardware, walkman. Tampoco hay que escandalizarse por esa invasión. Joystick podría ser muy bien “palanca de juego” y se podría pronunciar sin esfuerzo para nuestro aparato fonético. Hardware no es ninguna innovación en inglés. Toda la vida ha sido “ferretería” y así la podríamos traducir. Walkman fue una marca comercial de Sony (1978) que en seguida se convirtió en un genérico. También es de difícil pronunciación en español. Podría ser “radioandante”. Dado que los “radioandantes” son cada vez más pequeños y exigen auriculares, pasarán a ser “pinganillos”.
De paso me pregunta don Rafael si le doy algún verbo que equivalga a “hacérsele a uno un nudo en la garganta”. Podría ser atragantar, pero la expresión más larga es mucho más expresiva. Es lo mismo que “respirar por la herida”, mucho más incisivo que “estar resentido”.
Rechazaba yo aquí la voz reinicializar, de la jerga informática, pero Pascual Alcalá (Valencia) me convence de su necesidad. No se puede sustituir por “comenzar” o “iniciar”. La razón es que reinicializar supone “una serie de tareas previas, como poner a cero los acumuladores, asignar valores a los índices, etc., sin cuya realización el programa no puede funcionar”. Me resigno y acepto el terminacho, con tal de que no salga de la empalizada que rodea el círculo informático. Sigue siendo impronunciable. Pregunto a don Pascual: ¿La acción correspondiente sería reinicialización? Parece una broma.
Las noticias sobre sucesos informáticos a veces resultan increíbles. Manuel Delgado Tenorio me comunica que Terra publica un diccionario online, avalado por la Real Academia Española, en el que han desaparecido las tildes de todas las palabras que las llevan. Desde luego, ese apagón de tildes se ha producido ya en las direcciones de los correos informáticos. No se me alcanza cómo puede ser que las maravillosas herramientas informáticas no sepan tratar algo tan sencillo como las tildes.

