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Siria: ¿la siguiente victoria de Bush?

Inspirados por el discurso inaugural de la reelección del Presidente Bush, las recientes elecciones iraquíes y palestinas, la Revolución Naranja de Ucrania, el Líbano está camino de su propia Revolución Rojiblanca (o la Revolución del Cedro)

Peter Brookes

Las últimas semanas han revelado múltiples reivindicaciones para la política del presidente Bush en el mundo musulmán. Debería ser ampliamente reconocido que la ofensiva inquebrantable del presidente para lograr la democracia en los países musulmanes ha cosechado significantes resultados.
 
La más reciente manifestación de ello es la inesperada decisión el pasado fin de semana del presidente egipcio Hosni Mubarak para enmendar la constitución de su país y permitir elecciones presidenciales directas y con la participación de otros partidos políticos en la nación árabe más populosa. Son ciertamente buenas noticias.
 
Pero más importante a corto plazo es Siria. Después de Irán, Siria es el problema más grande que tiene la región. Apoya el terrorismo (Hamás, Hezbolá y la Yihad Islámica), facilita la insurgencia iraquí, tiene armas químicas y biológicas, misiles y reprime brutalmente a su propio pueblo.
 
En una jugada sorpresiva, si se puede creer en eso, a finales de la semana pasada, Damasco anunció que por fin retiraba los 15.000 efectivos que quedaban en el norte y el oeste del Líbano hacia el más estratégico y oriental Valle de la Bekaa a lo largo de la frontera siria, como firmaron en los Acuerdos de Taif de 1989.
 
Aun más increíble, si se puede creer en eso, Siria anunció que estaba lista para trabajar con la ONU para aplicar la resolución 1559 del Consejo de Seguridad, auspiciada por Washington y París y que exigía que todas las tropas extranjeras (Léase: tropas sirias) abandonasen el Líbano.
 
Pero, ¿por qué están los sirios dándose por vencidos tan rápidamente? Pasemos a considerar lo que han visto desde el 11-S:
 
Justo después de los ataques del 11 de Septiembre, el hombre fuerte de Siria, Bashar Assad, oyó a Bush proclamar que había que acabar con el pasado. Hacerse el sueco ante el mal por ser más fácil o conveniente no iba a ser nunca más una política aceptable para Estados Unidos u otros países.
 
Los baasistas de Assad vieron cómo Bush eliminaba el régimen talibán de Al-Qaeda a finales de 2001. Vieron las primeras elecciones democráticas en la historia afgana el año pasado y la investidura del presidente afgano Hamid Karzai.
 
Assad también vio lo que le pasó a su amiguete Sadam Hussein y se quedó pensando en los efectos que tendría en casa ver a esos 8 millones de valientes iraquíes yendo a votar en las primeras verdaderas elecciones democráticas de Irak el mes pasado.
 
Siria también ha tenido que darse cuenta que en 2003 Libia volvió al camino correcto, renunciando no sólo al terrorismo sino también a sus armas de destrucción masiva. Hasta los palestinos, una causa que Siria ha defendido durante años, han celebrado varias rondas de exitosas elecciones en los últimos meses.
 
Los dictadores van cayendo a diestra y siniestra gracias a la presión implacable de Bush. Una alianza siria con los mulás fundamentalistas iraníes no va a detener la expansión de la libertad en la región.
 
El pueblo libanés ya se ha hartado de Siria también. Indignados por el horroroso asesinato del popular ex primer ministro Rafik Hariri y por la dura ocupación siria, decenas de miles de libaneses han salido a las calles desde la semana pasada.
 
Inspirados por el discurso inaugural de la reelección del Presidente Bush, las recientes elecciones iraquíes y palestinas, la Revolución Naranja de Ucrania, el Líbano está camino de su propia Revolución Rojiblanca (o la Revolución del Cedro).
 
Es prematuro aun tildar de exitosa la revolución libanesa, pero es muy probable que tenga un efecto profundo y de larga duración tanto en el Líbano como en la región. Por eso no podemos dormirnos en nuestros laureles justo ahora que tenemos a la represión siria contra las cuerdas en el Líbano.
 
El mundo libre debe seguir abogando por el "poder popular" libanés exigiendo a cada paso:
 
- La total retirada de fuerzas y militares sirios, incluyendo los de inteligencia, fuera del Líbano.
 
- La renuncia del gobierno títere del Líbano apoyado por Siria (ya conseguido)
 
- Elecciones libres en el Líbano en un momento apropiado después de la retirada total de Siria.
 
Si Siria no acata, Estados Unidos debería implementar sanciones económicas adicionales bajo la Ley de Responsabilidad Siria de 2004, así como buscar sanciones multilaterales en la ONU. La Unión Europea tampoco debería aplicar su tratado de comercio y política con Siria.
 
Desalojar a Siria del Líbano es otro paso importante en la transformación de Oriente Medio y del mundo musulmán. Pero esto no puede acabar con la liberación del Líbano.
 
Siria debe ser presionada para que abra su sistema político, acabe con su apoyo al terrorismo, haga las paces con Israel y renuncie a las armas de destrucción masiva. No, Siria no sé irá en silencio, como evidencia el ataque terrorista de la Yihad Islámica (organización apoyada por los sirios) en Tel Aviv la semana pasada.
 
Pero Siria esta nadando contracorriente en el mar de la Historia: el cambio revolucionario, democrático está teniendo lugar en Oriente Medio. Gracias a la postura indefectible del Presidente Bush respecto a la libertad y la democracia se vislumbra en el horizonte un mundo musulmán nuevo y libre.
 
Peter Brookes ha sido Sub-assistente de la Secretería de Defensa de los Estados Unidos y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.
 
©2005 Peter Brookes
©2005  Traducido por Miryam Lindberg
 
Libertad Digital agradece a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.

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