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Juan Carlos Girauta

El coladero

La razón es que cuando no queden competencias por transferir, seguiremos siendo acreedores de una elevadísima deuda histórica. ¡Cuantifícame eso! Aceptaremos efectivo

Consiste la última gran permuta o cambalache en que la Esquerra comprenda lo inadecuado de convocar al espía que mamó (del erario, vía subvención) a cambio de que el gobierno sienta la imperiosa necesidad de desentenderse de la cosa aeroportuaria. A lo mejor es una coincidencia, y mientras charlaban alegremente los líderes de sus compases y plomadas, de repente el uno comprendió y el otro sintió:
 
- Qué bien te queda el mandil. Oye, acabo de comprender que el testimonio del asturiano nos puede hasta deprimir.
- Pues lo que yo estoy sintiendo de pronto, aunque no tenga nada que ver, es que del handling, del tráfico aéreo, de las tiendas y de todo eso os deberíais encargar vosotros.
- No sé de qué estás hablando.
- De los aeropuertos, hombre, de los aeropuertos.
- ¿Tú crees?
- Que sí, que sí, no se hable más. Si les vas a sacar tú más partido que yo.
 
Las cosas pueden ser más naturales de lo que nos creemos. Nos falta desenfado, con lo importante que es la espontaneidad desde el 13-M. Pensar mal, aparte de formar arrugas en el entrecejo, conduce a conclusiones absurdas, y uno acaba sospechando que el proceso autonómico entero tiene truco, y que el truco lo introdujo algún listo (entre los padres de la Constitución había varios) en forma de Artículo 150.2: El Estado podrá transferir o delegar en las Comunidades Autónomas (...) facultades correspondientes a materia de titularidad estatal... Y tememos que la larga lista de competencias exclusivas del Estado del 149 sea como el as de corazones en el que el malabarista fija tu atención mientras por la manga del artículo siguiente se cuelan los conejos blancos, los pañuelos de tul, las palomas, las bengalas, los aeropuertos, los ferrocarriles y todas las competencias. Es un truco muy gracioso que hizo célebre al gran ilusionista Jordi Pujol. Aznar, que no sabía divertirse, andaba empeñado en coserle la manga al mago para que le quedara al menos alguna competencia residual, indubitada e indiscutida al Estado. A ese intento de aguar la fiesta centrífuga se le llamó cerrar el proceso autonómico.
 
A lo que iba: algunos catalanes no sabemos relajarnos y disfrutar, y nos entra un escalofrío al imaginar un futuro próximo donde todo haya sido transferido a los nacionalistas. Eso es porque aún nos tienen que normalizar la cabeza o porque directamente somos unos fascistas. Pero entonces entendemos que incluso el día en que haya un mar territorial catalán, se cierren los cuarteles y se marche hasta el último soldado, guardia civil y policía nacional, las transferencias nunca se acabarán. ¡Serán eternas! La razón es que cuando no queden competencias por transferir, seguiremos siendo acreedores de una elevadísima deuda histórica. ¡Cuantifícame eso! Aceptaremos efectivo.

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