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Agapito Maestre

Convicciones o faramalla

El PP, pues, no ha sabido crear un discurso sensato y riguroso, capaz de recoger el malestar social sobre esta mala ley, que fructificara en un repudio moral y político de la misma

En una sociedad sin principios el neopopulismo socialista arrasa. El totalitarismo del PSOE es dominante en la política española. Basta observar ciertas reacciones ante el recurso de inconstitucionalidad del PP a la ley de matrimonios gays para hacerse cargo de esta perversión de la vida democrática. Resulta obvio que el PP tenía que presentar un recurso de inconstitucionalidad sobre esta ley no sólo por la materia legislada, sino sobre todo porque cualquier ley, que previamente haya sido cuestionada por casi toda la oposición, en este caso el PP, por casi todas las altas instancias de nuestro sistema político y por más de un millón de personas manifestándose contra su aprobación, debería ser sometida a la sabia decisión de nuestro más alto tribunal.
 
En otras palabras, si el Consejo de Estado y el Consejo General del Poder Judicial, por un lado, junto a miles de ciudadanos, cientos de asociaciones civiles, entre las que cabe citar a la Academia de Jurisprudencia, varias confesiones religiosas, entre ellas la iglesia católica, no hubieran sido suficientes estímulos para que el PP sometiera esta ley al refrendo o recusación del Tribunal Constitucional, entonces estaríamos en un país carente no sólo de dignidad democrática, sino política. El PP, pues, ha presentado, o presentará en breve, tal recurso y quizá salve parte de la dignidad de una nación con convicciones democrática poco sólidas.
 
Sin embargo, la presentación a destiempo, o con ciertas reticencias por parte de algunos dirigentes del PP, del citado recurso me lleva a preguntarme por el malestar que esta ley socialista ha creado en todo el país. Más aún, creo que esta ley confusa y atrabiliaria, con el único objetivo de movilizar propagandísticamente a un sector de la población contra el PP, ha conseguido lo que pretendía: estigmatizar con la palabra “facha” a quienes no están de acuerdo con ella. En primer lugar, miles de ciudadanos, que no entiende porqué llamarle matrimonio a lo que es otra cosa, no se atreven a disentir para no ser tachados de cualquier grosería que siempre tiene relación con el recurrente término “facha” del que tanto uso hace el totalitarismo socialista. La gente tiene tanto miedo a expresarse en público sobre tal asunto que prefieren tomárselo a broma. Intuyen que algo grave está pasando, pero no se atreven a enfrentarse al asunto. ¡Y tan grave que es la base de continuidad de una civilización!
 
Parecido malestar, aunque expresado de otros modos, hallamos en el PP. Su dificultad para ver la perversidad de esta ley, que consigue entrometerse de modo perverso en conductas absolutamente privadas, y trasmitírsela a la sociedad con evidencias y certidumbres movilizadoras tiene su máximo reflejo en los tiempos, o mejor, en la falta de sintonía temporal con lo demandado por la sociedad civil, mientras se tramitaba la aprobación de este bodrio legal por parte del PSOE. Tanto es así que, a veces, el PP ha ido muy por detrás de lo que planteaban algunas instituciones, que en este caso han demostrado ser más sólidas que los propios partidos políticos. Pero no ha sido lo peor del PP “ir a remolque” de la iglesia católica o de las asociaciones de familia, sino que algunos militantes del PP estuvieron desde el comienzo con el “espíritu”, auque mejor sería decir “mal rollo”, de esta ley, e incluso, ahora, algunos militantes homosexuales del PP utilizan la misma terminología totalitaria y torticera del Gobierno, cuando “reputan” esta ley de “extensión de derechos sociales”.
 
El PP, pues, no ha sabido crear un discurso sensato y riguroso, capaz de recoger el malestar social sobre esta mala ley, que fructificara en un repudio moral y político de la misma. Pero peor aún se presenta la conducta de la mayoría de los medios de comunicación, que han sido incapaces de recoger el malestar reinante en toda la sociedad ante una ley provocadora y farfullera. Incluso hoy, después de conocido el criterio de Rajoy de presentar el recurso de inconstitucionalidad, la mayoría de los periodistas, creadores de opinión y gentes de los medios en general son incapaces de reconocer que una pluralidad de opiniones de la parte más madura de una sociedad no está de acuerdo con llamar matrimonio a lo que es otra cosa. Esto es algo obvio. Sin embargo, los “creadores de opinión, como si el socialismo populista de Zapatero fuera el ser que guía la historia, sólo ven “extensión de derechos civiles” en lo que no es sino un atropello a la razón de una sociedad. Terrible. Desprecian la opinión más madura de una sociedad y se quedan tranquilos llamándola “facha”. ¡Viva el periodismo crítico!

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