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Enrique Dans

Matar al mensajero

Si los seguramente bienintencionados profesores firmantes del documento pretenden de verdad hacer un favor a la educación, tendrán que preocuparse no de “mitigar” ese tipo de comportamientos, sino de entender el problema que reflejan

Un grupo de profesores norteamericanos ha cursado una petición de firmas para solicitar a Google que “deje de dañar la educación y favorecer la copia de ejercicios a través de la red”. Concretamente, solicitan a Google que no acepte anuncios de sitios como DirectEssays.com, MonsterPapers.com o, en su equivalente español, el conocidísimo Rincón del Vago, que se dedican a vender o dar acceso a trabajos académicos a estudiantes que, simplemente, se quieren ahorrar el trabajo de hacerlos ellos mismos. Los firmantes, mil trece en el momento en que escribo estas líneas, apelan a temas como la defensa de la integridad académica, los valores, la eliminación del fraude y los mercados negros, y alguno llega incluso a amenazar, en un mayestático ejercicio de ombliguismo, con el boicot al buscador.
 
El problema, que el buscador ya ha tenido en otras ocasiones, surge del hecho de que algunos de estos profesores, como el que promueve la iniciativa, poseen sitios dedicados a la educación en Internet, y se han dado cuenta de que los anuncios contextuales (adwords) más habituales en sus sitios eran, precisamente, aquellos que promocionaban este tipo de servicios. Desde el punto de vista de Google o de quien promueve este tipo de servicios, la cosa tiene su lógica: la coincidencia de términos es aplastante, el público objetivo es exactamente aquel al que quieren dirigirse, y la efectividad, por tanto, parece garantizada. ¿Qué mejor sitio para vender trabajos de clase que los sitios web donde el alumno, presunto comprador, entra para ver la descripción de los mismos? De hecho, en la propia petición de firmas, hospedada en un sitio gratuito destinado a este tipo de menesteres y que se financia gracias a la publicidad contextual de Google, aparecían, la última vez que la consulté, dos anuncios: uno de Turnitin, un programa para uso de escuelas y profesores destinado a la detección de trabajos copiados, y otro de… adivínelo… ¡¡Premio!! Precisamente, DirectEssays.com, uno de los sitios objetos de la denuncia.
 
¿Dónde está el problema aquí? ¿Contra qué protesta exactamente este grupo de profesores? En el texto de la petición puede leerse que lo que pretenden es que de la misma manera que Google restringe los anuncios de alcohol, tabaco, armas u otros artículos como curas milagrosas, haga lo mismo con los sitios que promueven la copia de trabajos por parte de los estudiantes. Por lo que se ve, el grupo de profesores firmantes no pretenden, me imagino que por creerlo imposible, la erradicación, ilegalización o persecución de sitios como los anteriormente citados. No, no piden a Google que saque su flamígera espada y fulmine de un mandoble a aquellos que han osado mancillar la inmaculada y prístina pureza del mundo educativo. Lo que pretenden, simplemente, es que estos sitios no puedan hacer publicidad, no puedan anunciarse en Google. No intentan impedir, simplemente “mitigar”. Que la obtención de este tipo de trabajos ajenos no esté al alcance de todo el mundo – recordemos que la misión de Google es, precisamente, “organizar información proveniente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal” – sino sólo accesible a aquellos más “listillos”, más “enterados” o más “avispados” que los demás. Y por supuesto, que no aparezca en sitios dedicados a la educación, a ver que escándalo va a ser esto de juntar al zorro con el gallinero…
 
La idea de “mitigar” no es nueva. Es precisamente lo que otros, como las empresas discográficas, quieren hacer con problemas muy parecidos. No pretenden impedir el intercambio de música, saben que eso es completamente imposible. Simplemente pretenden ponerlo más difícil, conseguir que quienes lo hagan se sientan mal… en resumen, “mitigarlo”. Pero no, la solución no está en “mitigar” las cosas. Está en buscar la raíz de los problemas. No es más que el ya clásico problema de las puertas al campo y los diques al mar. Resulta tan imposible y vano luchar contra el intercambio de ejercicios de clase por Internet como puede resultarlo el intentar impedir el intercambio de música o películas: si existe un incentivo, el desarrollo de la tecnología lo permitirá. Mitigar es como poner tiritas. Lo que hay que hacer es aprender a vivir con ello.
 
Si los seguramente bienintencionados profesores firmantes del documento pretenden de verdad hacer un favor a la educación, tendrán que preocuparse no de “mitigar” ese tipo de comportamientos, sino de entender el problema que reflejan. Tendrán que adaptar la educación a los tiempos que corren: inculcar determinados valores en sus alumnos, buscar métodos para anular el efecto de la copia de trabajos, ser más originales en sus peticiones, o modificar la educación que imparten para que los alumnos, utilizando las maravillosas herramientas de acceso a la información que la tecnología pone hoy a su alcance, sepan entender conceptos como el valor añadido a un trabajo, la capacidad de síntesis o la internalización y asimilación del conocimiento. Desengáñense: la tecnología, Internet, los buscadores o el P2P, no son el origen del problema. Son sólo la manifestación visible de un problema mayor.
 
Todo lo demás es querer matar al mensajero.

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