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William Ratliff

Los tecnócratas chinos y Chávez

China ha aprendido la dura lección de que el "socialismo revolucionario" destruye las naciones y el acercamiento de Pekín a Chávez no es por su socialismo sino a pesar de ello.

Hace más de 25 años que Deng Xiaoping desvió a China de la revolución y hacia la globalización. Enfocó los objetivos nacionales hacia el desarrollo y la estabilidad económica. Las relaciones extranjeras chinas, incluyendo a Venezuela, se conducen discreta y mesuradamente para promover esos objetivos nacionales.

La energía es un elemento crítico en el desarrollo chino y su política energética es pragmática. Pekín se acerca a todos los productores petroleros, incluyendo a Unocal en EEUU y a Arabia Saudita, como también a los países parias como Irán, Sudán y Venezuela.

El presidente venezolano, Hugo Chávez, que se autodesignó sucesor de Fidel Castro, es uno de los caudillos más pintorescos de un hemisferio conocido por líderes más tenaces que inteligentes. Chávez es un engreído ideólogo que bajo la bandera del antiimperialismo ansía extender su influencia. Como se han multiplicado los ingresos petroleros venezolanos, Chávez utiliza ese dinero dentro y fuera de su país para aumentar su poder y, mientras China construye un sistema económico diversificado, Chávez –siguiendo la tradición de los caudillos latinoamericanos– reparte el botín en lugar de crear las instituciones y oportunidades que hagan posible mantener el crecimiento después de que termine el actual auge petrolero.

China ha aprendido la dura lección de que el "socialismo revolucionario" destruye las naciones y el acercamiento de Pekín a Chávez no es por su socialismo sino a pesar de ello. Para seguir creciendo, China requiere asegurar su intercambio comercial en un mundo razonablemente estable y a Pekín no le conviene un hemisferio occidental arrasado por un caos anti-norteamericano.

Si le preguntamos a los chinos por qué cortejan a Chávez, nos responderían que por el petróleo. Venezuela tiene las mayores reservas petroleras fuera del Medio Oriente y es el quinto mayor exportador. Pero los arreglos con Venezuela significan gran trabajo e inversiones porque China no cuenta actualmente con refinerías que puedan utilizar el petróleo pesado venezolano y la distancia es grande. Venezuela anunció un programa de siete años para ampliar su flota de 21 a 58 buques cisterna, pero los grandes tanqueros no pueden utilizar el Canal de Panamá. El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, acordó con Chávez la construcción de un oleoducto hasta un puerto del Pacífico colombiano.

Sin embargo, el embajador chino en Caracas declaró en agosto que "el mercado natural del petróleo venezolano es América del Norte y del Sur". Con éste y otros comentarios, el embajador parece indicar que China no está todavía convencida de la seriedad y competencia del gobierno venezolano en un proyecto tan grande y tan complejo, además de no querer que China sea utilizada en las peleas de Chávez con Washington.

Sin embargo, a Washington le preocupa que Chávez lleve adelante sus amenazas de desviar el petróleo venezolano hacia China. En diciembre, Venezuela exportó 140.000 barriles diarios a China, para asfalto, y voceros del gobierno venezolanos dicen querer cubrir entre 15% y 20% de las necesidades petroleras chinas.

Otros analistas ven amenazas siniestras. Por ejemplo, Venezuela ha recibido equipos de radar y está comprando sistemas chinos de comunicación por satélite. Pero China no fomenta tales ventas y Chávez compra armamento a Rusia y a todos los que quieren venderle. Su misión es la revolución socialista y antiimperialista y con ese fin hace negocios con cualquiera.

Como explicaba recientemente, en una entrevista, el ex embajador de Venezuela en la ONU, Milos Alcalay, mientras que Chávez está empecinado en la lucha ideológica, China opera desde una base práctica y no desde una perspectiva ideológica. Y como la ideología a menudo va en contra de la eficiencia y de la competencia, los líderes chinos tienden a rechazarla.

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