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Víctor Llano

Guillermo Fariñas

Mueren las víctimas del trío de tarados que tanto respeta nuestro Gobierno. Mueren los héroes. Guillermo Fariñas es uno de ellos. Ya son cien los días que lleva en huelga de hambre.

Evo Morales no se demoró en asumir como propia la farsa castrista. A los que no tardarán en ser sus víctimas les aseguró que quiere que se mueran los yanquis. Puro teatro quechua. Y de cuarta. Se les nota demasiado. Los discípulos del coma-andante envidian lo bien que miente su maestro. A ellos les falta su experiencia. Les consta que es muy difícil emular al máximo líder de los multimillonarios. Morales es consciente de que fuera de Bolivia pocos creen que odie a los yanquis. Sin ellos su vida estaría vacía. Sólo odia y desprecia a los que les aplauden. Y éstos no tardarán en comprobarlo. Hoy le aplauden por ignorancia, mañana le aplaudirán por miedo.

Ni Castro ni Chávez ni Evo quieren que se mueran los yanquis. ¿Qué sería de ellos sin la potencia enemiga? Su odio lo reservan en exclusiva para los que entonces por candidez y hoy por no acabar entre rejas les pusieron y mantienen donde están. Los yanquis únicamente les inspiran envidia y respeto. Les hubiera gustado crecer en Ohio y predicar desde algún canal de televisión la basura que nació de su complejo de inferioridad y de su rencor. Lástima. No pudo ser. En Ohio no hubieran alcanzado otra posición que no fuera la de telepredicadores chiflados.

Evo lo sabe. No mueren los yanquis. Los que mueren son cubanos. Mueren los que ya no se conforman con aplaudir y esperar. Mueren las víctimas del trío de tarados que tanto respeta nuestro Gobierno. Mueren los héroes. Guillermo Fariñas es uno de ellos. Ya son cien los días que lleva en huelga de hambre. Ha escrito a la ONU denunciando los crímenes de su verdugo. De nada le servirá. Escribió a los amigos de sus carceleros. A los que permiten que la tiranía castrista tenga voz y voto en un engendro que supuestamente tendría que velar por los derechos humanos.

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