Al difunto Jean François Revel se debe la frase “la mentira es la primera de las fuerzas que mueven el mundo”; así se explica la rapidez con la que España camina hacia un futuro hoy inescrutable e impredecible. Si hay una mentira que repetida mil veces se ha colado en cada rincón de nuestro país es la del “proceso de paz”, al que ETA hace referencia otra vez en el comunicado de este miércoles, y que ha provocado el delirio habitual entre quienes entonan con entusiasmo “vamos a contar mentiras”. En Francia nadie parece haber escuchado con tanto interés la tentativa etarra.
Menuda novedad; claro que ETA quiere la paz, la quiere desde hace décadas. Quienes celebran ahora los comunicados de la banda tienen una miopía histórica selectiva o un analfabetismo propio de la LOGSE; el mensaje de ETA es el mismo en junio de 2006 que en la Alternativa KAS de 1976, la Alternativa Democrática de 1995 o la Declaración de Anoeta de 2004. Nada ha cambiado en las palabras etarras, nada en su concepción de Euskadi, de España, de la democracia y del futuro que espera a los desafectos cuando ellos manden.
ETA habla de paz; el problema es que también habla de anexionarse Navarra, de limpiar étnicamente Euskadi y de construir el paraíso socialista. Y habla de los enemigos de la paz y los denuncia. Igual que José Blanco y Rubalcaba, más preocupado en vigilar a los militantes de la oposición que a los grupos ‘Y’ de ETA, el ministro del Interior oculta cuidadosamente la información relativa a la banda, como nunca se ha ocultado en nuestra democracia. Y lo hace precisamente él, a quien recordamos perfectamente en marzo de 2004, acusando al Gobierno de mentir.
Más mentiras: Zapatero, Rubalcaba y Blanco acusan al Partido Popular de hacer un discurso de guerra, y relacionan el proceso de paz con la guerra de Irak. En relación a lo segundo, debieran respondernos a una pregunta; ¿dónde estaban ellos cuando Sadam llenaba las fosas comunes de hombres, mujeres y niños? En relación con lo primero, una fractura política muy honda se está produciendo en España cuando el Gobierno guarda sus críticas más feroces para el PP y reserva sus elogios y ánimos para Otegi y sus secuaces. Éstos no mienten cuando cuentan las cosas claras; tampoco Santiago Carrillo, que ya habla de una “segunda transición”. La suya, claro.