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Juan Carlos Girauta

Repaso

Unas semanas después tiene lugar en Madrid, a tres días de las elecciones generales, el más grave atentado terrorista habido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Se produce el vuelco electoral.

No sé si lo he entendido. Tras la mayoría absoluta de Aznar y la renovación de la cúpula socialista, elementos del PSE traban contactos con Batasuna que se conjugarán con el apoyo a la política antiterrorista del PP, incluyendo la ley de partidos. Rodríguez toma una iniciativa crucial en la misma línea del gobierno: el Pacto por las Libertades, contradictorio con los actos secretos de su formación.

Pasado el ecuador de la legislatura, la oposición socialista despliega una agresiva campaña a cuenta del Prestige, inaugurando una práctica que no abandonará hasta obtener el poder: el acoso físico y moral a las sedes, dirigentes, militantes, simpatizantes y votantes del PP. Con la guerra de Irak se alcanzan niveles de intoxicación, demagogia, insultos y amenazas que parecen difíciles de superar. Sin embargo, pronto se superarán.

A principios de 2004, cuando ETA-Batasuna están acusando más que nunca las eficaces políticas antiterroristas de la legislatura a punto de terminar, los asesinos reciben el inesperado balón de oxígeno de un encuentro en Perpiñán con la segunda autoridad de Cataluña, en funciones de Presidente de la Generalidad. Al trascender los hechos, los socialistas y medios catalanes invierten con éxito la percepción general de la cuestión: el problema es el PP, partido anticatalán que ha linchado a Carod. Como resultado, muchos vuelven a postular el “diálogo” Estado-terroristas.

Mientras tanto, el PSOE, cuyas expectativas electorales no permiten más especulación que la de perder por mayoría simple o por mayoría absoluta del contrario, proponen a la ETA una reunión inexplicable en ese contexto. Es decir, los de Carod y los de Rodríguez están haciendo lo mismo al mismo tiempo.

Unas semanas después tiene lugar en Madrid, a tres días de las elecciones generales, el más grave atentado terrorista habido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Se produce el vuelco electoral. La identidad de los organizadores y ejecutores de la masacre, así como su modus operandi, permanecen en el misterio. Entre otros motivos, por la oposición de los socialistas y sus aliados a que se investiguen debidamente los hechos en el Congreso y en la Audiencia Nacional.

Rodríguez se empeña personalmente en la consecución de un nuevo estatuto para Cataluña. Surge una pieza legislativa de corte confederal que reconoce una nación dentro de España. Entre inacabables y ambiguos preceptos, se bendice un nuevo sujeto de soberanía y se quiebra la unidad del poder judicial.

Inmediatamente, Rodríguez anuncia negociaciones con la ETA sin que se hayan cumplido las condiciones que él mismo había marcado. En la misma intervención reconoce, mediante fórmulas alternativas pero inequívocas, el derecho a la autodeterminación. ¿Ha ido así la cosa? No sé si lo he entendido.

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