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Agapito Maestre

El relativismo europeo

El primer hombre que lograse fijar conforme a sus propios gustos las características que va a tener otro hombre, ¿no estaría destruyendo también aquellas iguales libertades que ha de regir entre iguales para que esos iguales puedan mantener su diferencia?

El Vaticano protesta sobre el "acuerdo", la razón, de la Unión Europea sobre células madre. También ha protestado la Conferencia Episcopal Española, haciendo especial hincapié sobre la forma, en verdad la ocultación con que se ha presentado la técnica aplicada, en Sevilla, para que un bebé nazca libre de una patología hereditaria. ¿Qué hay detrás de esas protestas? Sin duda alguna, se exige claridad, discusión y razones de los legisladores europeos en general, y los españoles en particular. Quizás estas carencias de razones en éste y otros ámbitos de la actividad humana de los europeos, que tienen el nombre de relativismo moral, está llevando a Europa a alejarse cada vez más de lo que sucede en el mundo, especialmente de Estados Unidos.

En efecto, unas cuantas horas en los Estados Unidos son suficientes para saber que Europa apenas cuenta para la primera potencia mundial. Pueden pasar días sin que los telediarios, los programas informativos de radio y, por supuesto, la prensa se hagan eco de lo que sucede en Europa. Pareciera que las "razones" europeas, su pobrísimo relativismo, no fueran suficientemente validas para los norteamericanos. El asunto no creo que pueda explicarse por una especie de nacionalismo norteamericano. Ojalá. Es un problema real de Europa. Ésta no tiene empuje. Se habla incluso de una "vieja" y una "nueva" Europa. Lo más grave es que nadie sabe cómo, en un contexto de relativismo generalizado y promovido por la propia UE, pudiera crearse algo parecido a la defensa de una comunidad política clara y distinta llamada Europa, que pudiera fundamentarse en una Constitución de la que todos nos sintiéramos orgullosos.

Europa se encuentra en una situación penosa. Basta observar como el europeo medio percibe, cada vez más, la realidad política a través de la perspectiva limitada, y casi siempre distorsionada, de sus respectivas experiencias y traumas nacionales, para hacerse cargo de la crisis de Europa. Cuando los mitos nacionales –en el caso español ni siquiera llegamos a eso– se convierten en las únicas vías de percepción política, e incluso en los únicos asideros para cobijarnos ante los conflictos mundiales, es que la crisis de Europa es imparable. No puede extrañarnos, pues, que la OTAN tenga para muchos europeos más dignidad que la UE. Por otro lado, las acciones y medidas legislativas que propone la propia Europa son de tal irracionalidad como para que nadie, empezando por EEUU, las tome en serio. Su posición política con respecto al conflicto del Líbano e Israel es sólo un ejemplo de falta de criterio de la UE.

Nadie ve dónde están las razones para creer en Europa. Más bien se ve lo contrario, las sinrazones, las maldades, las medias verdades y las arbitrariedades que un día sí y otro también se cometen en Europa. El otro día, por ejemplo, fue el presidente del Parlamento Europeo quien, sin encomendarse a nadie y sin otro control que el de su santa voluntad, eliminó la posibilidad de que prospere una iniciativa parlamentaria para amparar los ataques que, en España, sufre la cadena COPE. Mañana será otra tropelía y, hoy, es una legislación confusa, relativista y oscura acerca de la financiación sobre investigaciones genéticas en general, y destrucción de embriones humanos en particular. Porque nadie se engañe, la Iglesia Católica ha protestado, antes que nada, porque considera la legislación carente de razones y, sobre todo, confusa para ocultar lo que es obvio: favorece la eugenesia. Suprime la vida.

Sin embargo, una prensa europea "ridículamente" progresista y estulta persistirá en comparar en términos de conservadurismo o progresismo la legislación europea con la norteamericana. Dirán que, en fin, los europeos estamos a años luz de "progresía" con respecto a EEUU. Son ineptos para comprender qué nos estamos jugando detrás de esta legislación. Son incapaces de entender que en el ámbito de la ingeniería genética pueden estar de acuerdo conservadores y progresistas, creyentes y agnósticos, Benedicto XVI y Habermas. Pobres.

Por si le sirviera de algo a este personal, en realidad, a estos europeístas a palos, que aplauden el bodrio de legislación sobre la investigación de embriones, aquí les dejo la reflexión de Habermas, sin duda alguna coincidente con la de la Iglesia Católica: "Si un hombre pudiese intervenir conforme a sus propias preferencias en la combinación azarosa de las dotaciones cromosómicas materna y paterna, sin tener que suponer para ello, por lo menos contrafácticamente, el consentimiento de ese otro al que esa intervención afecta", estaríamos, por decirlo en corto y por derecho, ante la muerte del hombre, del hombre libre a imagen y semejanza de Dios. "Esta lectura", concluye Habermas, suscita la siguiente pregunta. "El primer hombre que lograse fijar conforme a sus propios gustos las características que va a tener otro hombre, ¿no estaría destruyendo también aquellas iguales libertades que ha de regir entre iguales para que esos iguales puedan mantener su diferencia?"

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