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Cristina Losada

El miedo, el pasado y el dinero

Alientan la caza de brujas, los insultos y las agresiones, y si alguien protesta, ah, entonces, desatan el aquelarre victimista. ¡No quieren subvencionar en Madrid a un señor que insultó a los españoles! ¡Censura! ¡Fascismo!

La concejala de las Artes del Ayuntamiento de Madrid dice haber pasado miedo. El origen de su miedo, según confesó, fueron cientos de llamadas y de correos electrónicos relacionados con el previsto estreno en el Teatro Español de la obra "Lorca éramos todos" de Pepe Rubianes, más conocido por su improvisación en la televisión catalana sobre el tema "Puta España". Sin embargo, Alicia Moreno no ha presentado denuncia alguna por amenazas ni ha informado del contenido de esos mensajes. Debería hacer, al menos, una de las dos cosas. Según el propio Rubianes, han sido "cuatro fascistas" los que han conseguido que la obra no se represente en ese teatro, financiado con dinero de los "putos españoles". ¿Cuatro? ¿No eran cientos? Le convendría a la concejala salir al paso de la afirmación del actor. Y proporcionar los datos que permitan identificar a quienes la han amedrentado.

Moreno dijo más. Dijo que había pasado tanto miedo que le recordaba al pasado. ¿Al pasado? Incluso de una concejala de las Artes ha de esperarse un conocimiento mayor de la realidad. Su ignorancia resulta hiriente. Sobre todo, para los miles de personas que no han dejado de vivir bajo amenaza en España durante las últimas décadas. Cientos de ellas han sido asesinadas. Otras se han visto obligadas a marchar de su tierra. Es posible que Alicia Moreno haya flotado en el nirvana desde entonces, pero debe saber que tras el fin de la dictadura franquista, tiempo pasado al que se refería, ha habido otra dictadura. No todo el mundo ha disfrutado ni disfruta de la libertad. Y si las víctimas mortales del terrorismo han sido cientos, las de la falta de libertad se cuentan por decenas de miles. Unas y otras tienen un rasgo común: no son nacionalistas. Son los no nacionalistas que viven en el País Vasco, en Navarra, en Cataluña, en Galicia, y en cualquier otra parte a la que llegue la mano represora de esa ideología, o patología.

Allí donde gobiernan los nacionalistas, no encontrará doña Alicia ninguna obra teatral subvencionada que ponga en solfa sus mitos y sus fobias, o les haga crítica alguna. La coacción ha instalado como un virus permanente la autocensura y, prácticamente, no hay obras de ese tipo, con o sin dinero público. Pocos se atreven a desafiar las reglas tácitas, y cuando lo hacen reciben un castigo ejemplar. Son agredidos y boicoteados, como Boadella. Hace unos años, el hecho de que el Centro Dramático de Galicia representara las obras de Valle-Inclán en el idioma en que han sido escritas, es decir, en español, indujo a los nacionalistas a manifestarse a las puertas del teatro. Aquello fue una excepción. Digo la obra en español. Condición sine qua non para el apoyo institucional es que no se utilice el idioma común. Pero lo cierto es que los signos de rebelión escasean. El teatro y el cine han preferido el camino fácil. Ora miran para otro lado, ora se someten a los tópicos dominantes. La castración artística se ha realizado con consentimiento y hasta con placer. La cultura de la subvención ha sido instrumental en ese proceso. Y es la madre del cordero de las protestas que recibió Moreno.

Los nacionalistas están especializados en representar autos de fe. Esa fe suya vive de alimentar el odio al Otro, que identifican como España y los españoles. Alientan la caza de brujas, los insultos y las agresiones, y si alguien protesta, ah, entonces, desatan el aquelarre victimista. ¡No quieren subvencionar en Madrid a un señor que insultó a los españoles! ¡Censura! ¡Fascismo! Así claman quienes persiguen por tierra, mar y aire a los disidentes, a los que apuntan a la siniestra realidad que esconden sus retablos de maravillas. Que se les hayan unido al coro los ministrillos y dirigentes socialistas no es sorpresa. Todo vale contra el PP. La novedad es que les siga el juego quien ocupa un cargo por decisión de ese partido.

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