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Juan Carlos Girauta

Para la eutanasia de España

Cuando los jóvenes se encuentren con escenas como la que cierra la última película de Mel Gibson, deberán preguntarse, ante la imagen de los nuestros desembarcando con la cruz y la espada: ¿Y esos quiénes son?

¿Cómo ayudar al buen morir de la Nación? Raro es que no se haya registrado aún la Asociación por la Muerte Digna de España. Miembros tendría, y la receta de los polvitos a administrar no es un secreto. Ahí va.

Bórrese el pasado común, extirpando todo lo valioso de raíz. Se empezará por los Reyes Católicos, que tienen un peligro tremendo. Cuando los jóvenes se encuentren con escenas como la que cierra la última película de Mel Gibson, deberán preguntarse, ante la imagen de los nuestros desembarcando con la cruz y la espada: ¿Y esos quiénes son? Este ingrediente lo aportará el ministerio de la Cabrera.

Paralelamente, los educandos serán inmersos no ya en otras lenguas distintas a la común, sino en cosmovisiones inseparables de aquellas. Y muy pequeñitas. Historias nacionales entre la pura falsedad, la aviesa ucronía y la lerda anacronía. Políticas, economías, artes de Laputa (Tranquila, Calvo, véase Los viajes de Gulliver, de J. Swift). Se llegará a la Universidad creyendo a pies juntillas en entelequias armadas hace un siglo, añoranzas de brumas medievales y un pasado feliz que "los españoles" desbarataron.

Sospéchese sistemáticamente de los valores liberales, occidentales, cristianos, de la propiedad privada, de la libre empresa, de los Estados Unidos, de los judíos. Complejo ingrediente este, a cargo de departamentos varios que primarán el sentido de culpa, multiplicado hasta lo insoportable para quienes aún se llamen españoles. El trabajo del Ministerio de Exteriores cobra aquí toda su importancia. Asimismo los momentos estupendos del presidente. Coadyuvará el informal entramado público-delincuencial (Vivienda e Interior en connivencia con los okupas, Economía en comandita con oenegés anticapitalistas, Cultura al unísono con los parásitos del cine, etc.).

Provéase a los jóvenes de titulaciones inservibles, formación inadecuada, desprecio a la competitividad y al uso de la memoria, recelo del mérito individual e ira antisistema. Hágaseles creer que por el hecho de existir, y sin necesidad de demostrar nada, merecen un puesto de trabajo con contrato indefinido y largas vacaciones remuneradas. Francia será en este aspecto nuestro espejo. Pero ojo, sólo en este.

Instrúyase al público desde los medios en la ortodoxia de los Bové, los Saramago, los Ramonet. Márquese con fuego en el imaginario colectivo la continuidad, a través de los tiempos, de las dos Españas. No la oficial y la real sino la buena y la mala, que es más fácil. La una, democrática y honrada, englobó en los treinta y engloba hoy a comunistas, socialistas y nacionalistas, sin excluir a la ETA, que se pasa un poco pero que es recuperable mediante el diálogo. La otra, la mala, es el resto. Con Educación y con RTVE cooperará en este punto Justicia a través de suaves fiscales y dulces sentencias inducidas. Mézclese, tritúrese y adminístrese en polvitos, con helado.

En España

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