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José Vilas Nogueira

Mi opinión sobre "Navarra"

Tal como discurre nuestra política, que gobierne el partido más votado (sobre todo cuando está a un solo escaño de la mayoría) es una buena noticia, tanto en Navarra como en cualquier otra Comunidad, o en el conjunto de la nación.

"Por fin, una buena noticia –exclamo para mis adentros–, UPN seguirá gobernando la Comunidad navarra". Pero mi confesor afea mi crédula debilidad (En realidad, no tengo confesor; soy agnóstico. Acudo a esta licencia literaria para designar a aquellos actores políticos y mediáticos que suelen inspirarme). ¿Por qué pensaba yo, débil pecador, que la tal noticia era buena? Se lo contaré, por si hallo en ustedes mayor indulgencia que en mi adusto confesor:

  1. Tal como discurre nuestra política, que gobierne el partido más votado (sobre todo cuando está a un solo escaño de la mayoría) es una buena noticia, tanto en Navarra como en cualquier otra Comunidad, o en el conjunto de la nación. Incrementa la responsabilidad de los gobernantes y disminuye la capacidad de chantaje de terceros y ulteriores partidos.
  1. La renuncia del PSOE a formar gobierno con los independentistas de Nafarroa Bai y los comunistas (cuya sola política es fastidiar a la gente decente) es un signo (aislado sí, pero un signo) de sentido nacional y de responsabilidad (pues ocupan el Gobierno de la nación). Confirma la tesis, hecha suya (más o menos) por el PP, de que en esta cuestión está en juego mucho más que la composición del órgano foral, está en juego la misma unidad de la nación.
  1. Por eso, no comprendo el tono de las críticas formuladas al PSOE por algunos portavoces del PP. En lugar de subrayar, en positivo, el triunfo de sus posiciones, que han obligado al PSOE, por una vez, a actuar justamente, se entregan a juicios de intenciones ("lo hacen por intereses electorales", como si el PP fuese ajeno a tales intereses) o a intempestivos descuentos del futuro ("tan pronto puedan presentarán una moción de censura y pactarán con los independistas"). Pues, no se lamenten; trabajen para frustrar ese futurible.
  1. Consideración particular merece la oferta de pacto de la UPN al PSOE en cuanto a la inclusión de una renuncia a la interposición de una moción de censura. Grave desafuero, mayor torpeza. La propia lógica de la moción de censura implica que no es renunciable. A la vergüenza de la negociación de estas cosas se suma la desfachatez de que alcancen el dominio público. Mal librado ha salido el sentimiento constitucionalista del PP. No mucho mejor el del PSOE. A su portavoz, el fino constitucionalista López Garrido, no se le ocurrió respuesta mejor que la de que "no iban a dar un cheque en blanco". Una lección de realismo constitucional. Sí, hombre, para progres y carcas, el respeto de la Constitución es cosa de cheques.
  1. Dejando de lado al cuate López, la posición adoptada por el PSOE ha sido fruto de la Comisión Ejecutiva Federal (reunida en ausencia deliberada del Pilatos zapatético; así, si sale bien, se apuntará el triunfo, y si sale mal, la culpa habrá sido de Pepiño Blanco), frente a los deseos del aparato regional del partido, que resulta no estar tan huérfano del apoyo de la militancia como se decía. Más allá de la ventaja que esta situación pueda conceder al PP, cuestión que poco me concierne, supone un saludable correctivo a la tendencia de las organizaciones regionales de los dos grandes partidos nacionales a mimetizar a los partidos nacionalistas disgregadores.
  1. Infelizmente, una de las actitudes más ruinosas en política es exagerar las capacidades del adversario. Los "malos" estarían adornados de una inteligencia luciferina que los convertiría en enemigos formidables. En tiempos pasados se vio así a los soviéticos y luego resultó que su miserable sistema se derrumbó por sí solo. Más cerca en el tiempo y en el espacio, se atribuyó a los etarras similar capacidad luciferina, y si Aznar no se hubiese empeñado (contra toda lógica) en retirarse, la ETA habría igualmente sucumbido. Paradójicamente, esta demonización del adversario conduce a políticas inconsistentes y blandas, aunque también sectarias. Los tics melifluos de los "apaciguadores", ante las demandas del adversario (por ejemplo, algunas actitudes del reinvestido presidente navarro) dan grima. Y la duplicidad mal disimulada es tan inútil como inmoral.

En vista de estos argumentos, ¿me concederán ustedes la absolución?

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