Como recordarán los lectores, la semana pasada nuestro ministro de Exteriores hizo un viaje relámpago a Marruecos para entregar una carta de José Luis Rodríguez Zapatero dirigida a Mohamed VI, con el objetivo de recuperar “lo más rápido posible”, según explicó Moratinos, las relaciones bilaterales entre ambos países. El ministro marroquí de Exteriores anunció entonces, por su parte, que el Rey de Marruecos decidiría si su embajador regresa a España “en función del contenido” de esa misiva.
Algunos podrán pensar que en dicha carta Zapatero podría haber transmitido al monarca alauhí un compromiso, puntual y por tiempo indefinido, de no volver a visitar -ni él, ni el Rey de España- las ciudades de Ceuta y Melilla, motivo por el que Rabat llamó a consultas a su embajador el pasado mes de noviembre. Lo cierto, sin embargo, es que el contenido literal de la misiva de Zapatero permanece en secreto y que nos parece bastante inverosímil que el presidente del gobierno español plasmara por escrito semejante deslealtad hacia su propio país.
Ahora bien, una cosa es no dar pábulo a los rumores, y otra muy distinta no pedir elementales explicaciones sobre el “inmediato regreso” del embajador marroquí anunciado este lunes, condicionado públicamente la semana pasada por Rabat a ese mensaje escrito de Zapatero. Los españoles tenemos derecho a saber qué dice esa carta y cerciorarnos de que no hay compromiso -ni escrito ni verbal- por parte de nuestro gobierno en suspender sine die las visitas del Rey a dos ciudades españolas como han sido siempre Ceuta y Melilla. También tenemos derecho a saber si no ha prometido un cambio en nuestra posición sobre el Sahara occidental.
Para que nadie se llame a engaño –incluidos los marroquíes-, Zapatero debe afirmar públicamente que Rabat entiende que las autoridades españoles son y deben seguir siendo tan libres de visitar Ceuta y Melilla como de hacerlo a cualquier otra ciudad española. Sólo de esta forma podremos lograr de verdad tener buenas relaciones. De lo contrario, lo único que obtendremos será una frágil apariencia, una ficción, uno de esos espejismos a corto plazo a los que Zapatero ha sido tan aficionado, incluso con ETA.
Teniendo en cuenta que los miembros de este gobierno han tenido lapsus como tildar de “accidente” a un atentado terrorista o llamar “Marruecos” a Ceuta y Melilla, bueno sería que ahora afirmaran públicamente que en esta carta de marras a Mohamed VI no ha habido ningún “lapsus”. Ni a la hora de escribirla ni a la hora de entregarla.

