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Cristina Losada

La ideología pasa factura

Se sigue el procedimiento habitual que permite salvar in extremis esas grandiosas propuestas de la izquierda que fracasan estrepitosamente: la idea es buena, pero se aplica mal. No, la idea es mala, incluso pésima.

Zapatero corteja a las mujeres desde que puso el pie en La Moncloa y aún antes. Su Gobierno se propuso seducirlas y no le ha salido mal el empeño. Según muestran las encuestas, las féminas se han dejado conquistar en mayor proporción que los hombres por el "líder femenino". Tampoco es tan difícil. Un personaje como Z, el bueno puede dar el pego. Con presentarse como hombre sensible, insinuar que considera superiores a las mujeres, proclamarse feminista, y apelar, en suma, a las emociones y los sentimientos, ya tiene el Don Juan político la mitad del trabajo hecho.

Pero no quisieron dejar la cosa a medias. Con la ley contra lo que han llamado "violencia de género" y la ley de paridad, que no de igualdad, pretendían culminar el romance con éxito.

Aún resuena el triunfalismo con que fue gestada y parida la primera. Aquella ley iba a cortar de raíz los malos tratos y los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex. Los datos, tozudos como son, refieren lo contrario. Han tenido que reconocerlo. Unos dicen que no funciona la ley. Otros, del mismo Gobierno, creen que funciona pero que las mujeres no: su sentimentalismo las pierde. La oposición, que votó a favor, propone cambiar la norma. Y hay quienes culpan a los jueces y, cómo no, a la sociedad. Todos, sin excepción, se disponen a mantener en pie una ficción propagandística. Una ficción peligrosa. Pues la cuestión de fondo no es si la ley se aplica bien, mal o medias, sino si ha introducido factores que conducen a agravar y enconar los conflictos que se esperaba mitigar con ella.

Más de una advertencia ha habido, pero quienes han formulado un "pero" en público han sido víctimas del linchamiento de los lobbies interesados y los guardianes de la corrección política. Tema tabú. A quien se opone a la ley contra la violencia de género y denuncia efectos negativos, como la multiplicación de las denuncias falsas, se le convierte en monstruo. Y, por lo demás, se sigue el procedimiento habitual que permite salvar in extremis esas grandiosas propuestas de la izquierda que fracasan estrepitosamente: la idea es buena, pero se aplica mal. No, la idea es mala, incluso pésima. Querían los de Zeta fabricar una ley pionera y lo consiguieron: pionera en el error. Claro que si se trataba de entronizar la ideología del feminismo radical y criminalizar al hombre genéricamente, el bodrio cumple con creces.

Acuciado por los sucesos, ZP ha dado, como siempre, con la solución: en cuantito gane las elecciones de marzo, convocará a los presidentes autonómicos y pondrá en marcha un plan aprobado en 2006, o sea, que está en algún cajón. La jugada, en fin, que recomendaba Napoleón: si no quieres resolver un problema, crea un comité. Con los mimbres de esta ley, desde luego, no puede solventarlo. Sólo empeorarlo. Pero aún tiene el presidente otra carta en la manga para afrontar los malos datos, y es que griten de nuevo y más fuerte las del "ista, ista, ista, Zapatero feminista".

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