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Agapito Maestre

Tiempo político

Es el tiempo de poner a los nacionalistas en su lugar, en el ámbito de la miseria política y la cobardía moral, como ha hecho la señora Iríbar.

No es tiempo de estrategias. No, no, en modo alguno es tiempo de estrategias, según desearían las almas bellas del análisis político. No se trata de rebajar los tonos, las maneras y los discursitos para que se entiendan los dirigentes del PSOE con los del PP sobre cómo llevar a esta nación a la miseria. El PSOE sólo tiene un aliado y lo explotará al máximo: los nacionalistas. La creencia de que el PSOE cambiará su principal socio, como sugieren las almas bellas, si el PP rebaja sus principios de defensa de la nación española es filfa. Engaño. Palabrería para ocultar el vacío de las bellas almas. Por el contrario, es tiempo de política, de gran política, de discusión de ideales políticos, porque el sistema democrático está agonizando bajo el pacto entre el PSOE y los nacionalistas, con el visto bueno de los terroristas.

En esa circunstancia, sin duda alguna dramática, la democracia no funcionará mejor porque el líder del PP trague con las imposiciones del PSOE o, sencillamente, porque haga dejación de su principal principio: la defensa de la nación española. No nos engañemos. El PP lo tiene difícil porque, en el fondo, su líder envidia la capacidad de pacto de Zapatero con los nacionalistas. Esa es la tragedia. Rajoy envidia el régimen que quiere consolidar Zapatero con su silencio cómplice. Estamos ante líderes, antes jefes de partido, que no son tales, porque uno, el socialista, ha impuesto un régimen pactando con los nacionalistas. Y el otro, el derrotado Rajoy, no parece tener otra preocupación que imitar al primero.

Por lo tanto, no es el tiempo de las estrategias sino de la gran política. Es el tiempo de discutir si las minorías dirigentes son un mal necesario o, por el contrario, una necesidad benéfica. Es el tiempo de un Congreso del PP a cara de perro. Bien, al fin, por Esperanza Aguirre que ha exigido claridad en los principios y los proyectos, y contar con los mejores de un partido que no puede quedar reducido a un Ministerio de la Oposición.

Es el tiempo, sí, de la política. Es el tiempo de levantar acta de las grandes palabras, en realidad, del sorprendente discurso de una víctima del terrorismo, Ana Iríbar, la viuda de Ordóñez, para saber distinguir la política de la estrategia, los fines de los medios. Es el tiempo de poner a los nacionalistas en su lugar, en el ámbito de la miseria política y la cobardía moral, como ha hecho la señora Iríbar. Lea, lea, señor Alonso, el nuevo dirigente del PP nombrado por Rajoy, ese que quiere "modular" la acción del PP en El País Vasco, el discurso de la señora Iríbar y guarde silencio, o sea, guarde un poco de compostura política hasta que su puesto sea respaldado por un congreso que se hará con mucho debate o no valdrá para nada.

En fin, es el tiempo de la política, porque tenemos que discutir antes que de estrategias y tácticas, o de fines y medios, sobre principios políticos, entre los que ocupa un lugar prominente el siguiente: un hombre inteligente no debe permitir ser dirigido por uno imbécil. En esto no puedo dejar de reconocer que soy un seguidor de Rousseau, cuando concluía, en el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, afirmando: "Es contrario a las leyes de la naturaleza, comoquiera que se definan, que un imbécil guíe a un hombre sabio".

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