Tienen toda la razón el mundo las distintas asociaciones de policías y de guardias civiles que han puesto el grito en el cielo ante la decisión del juez Santiago Pedraz de poner en libertad a un terrorista callejero detenido mientras tiraba cócteles molotov a una subdelegación del Gobierno. Sin embargo, eso tampoco nos debe impedir criticar al secretario general del SUP a desear que empleen a diario contra la casa del juez la misma medicina que sufrió la subdelegación. Se ve que, como al portavoz de su organización le salió gratis desearle a Luis del Pino una estancia en habitaciones donde no exista el Estado de Derecho, piensa que puede hacer lo propio con un juez. Desgraciadamente para él, hay en España dos varas de medir bien distintas, y a los periodistas independientes no se les mide con la misma que a los jueces progres.
Porque la razón de que Pedraz ha tomado esta decisión no es que tenga miedo alguno, como han insinuado algunos. Su comportamiento corresponde a la perfección con el de un "pijo-rojo", es decir, un progre perfectamente instalado en el sistema y que lo usa para satisfacer sus necesidades ideológicas. No es esta precisamente la primera decisión que toma que favorece a los etarras. Si de él hubiera dependido, De Juana no habría sido juzgado por amenazas terroristas y hubiera salido de la cárcel hace tres años. Fue uno de los jueces responsables de dictaminar que Jarrai y sus sucesoras no eran parte de ETA –decisión revocada por el Supremo–, ha autorizado marchas proetarras, dejado en libertad a miembros de la banda acusados de intentar matar a un senador del PP y, recientemente, fue quien dejó en libertad a la alcaldesa de Mondragón.
Esta vocación tan favorable a la banda terrorista ETA la complementa con unos esfuerzos por alcanzar la justicia universal –aunque, claro está, sólo cuando los acusados son diana de progresistas– que no hacen sino retrasar los asuntos que sí son de su competencia. Se ha empeñado en intentar detener a militares estadounidenses por la muerte de José Couso en Irak y hace pocos días ha aceptado hacerse cargo de un proceso contra dirigentes chinos por sus tropelías en el Tíbet. Nunca lo veremos, eso sí, intentando encausar a los hermanos Castro o a cualquier otro icono progresista de reconocido historial criminal.
En definitiva, se trata de un perfecto émulo del juez Garzón, sólo que sin la capacidad de este último de interpretar los tiempos que corren y hacia qué lado debe inclinarse para estar mejor colocado. Pedraz siempre tiene claro que debe escoger la opción más impecablemente progresista y sectaria y se mueve al margen de los vaivenes del Gobierno de turno.
No sorprende, por tanto, que haya decidido dejar marchar a un terrorista callejero cogido in fraganti pese a que es bien sabido que en estos criminales encuentra ETA su cantera. Pedraz ha pedido amparo al CGPJ por los ataques recibidos por las asociaciones de policías y guardias civiles. Que no se lamente tanto. Las posibles víctimas del criminal que ha dejado en libertad no tienen posibilidad de pedir la ayuda de tan altas instancias.

