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Hernán Felipe Errázuriz

País de avestruces

En Chile, se opera con instrumentos infectados; no se notifican sus resultados a los portadores de sida; y se olvidan bisturís, tijeras y apósitos dentro de los intervenidos.

En algunos hospitales públicos se confunden los recién nacidos de varias madres; se opera con instrumentos infectados; no se notifican sus resultados a los portadores de sida; se olvidan bisturís, tijeras y apósitos dentro de los intervenidos; las listas de espera en el oculista superan el centenar de miles de pacientes y para otras patologías transcurren meses para ser mal atendidos; un médico lleva a su hijo menor de edad para que le ayude a pasarle los instrumentos y se inaugura un hospital con pacientes falsos.

Se construyen túneles sin accesos para los coches; se dilapidan millones en el transporte público sin programar los recorridos (origen y destino de los pasajeros) y sin vías especiales para los autobuses; no se controlan las millonarias subvenciones escolares; se construye un monstruoso centro de justicia, el edificio más grande del país, del cual sólo se ocupa una parte por errores en la climatización; se abandonan gasoductos por no disponer de suministro; se inauguran estaciones y redes ferroviarias para trenes fantasmas y se construyen puentes inútiles porque sus pilares son defectuosos. Con todos estos titulares podría describirse en la televisión internacional parte de la realidad chilena.

El Gobierno del país, ante sus errores reiterados, se ha decidido a rectificar su estrategia de incrementar el número de funcionarios, mesas, comisiones y concesiones a los lobbys. Ahora los mandatarios tienen pensado recurrir a una campaña publicitaria que mejore la percepción de Chile en el mundo. La anterior, "Chile All Ways Surprising" o "Chile Sorprende, siempre" (sic), según ProChile, no gustó. A los extranjeros no les atraen las sorpresas criollas, les huelen a engaño. "Pintoresco no gusta", repetía un gringo decepcionado.

Ahora proponen que la Patagonia sea la imagen chilena. Allí hay avestruces, los animales que esconden la cabeza cuando son sorprendidos. Entonces, renunciemos a la Patagonia –a lo que nos queda de ella– y entreguémosela a la humanidad. Que la visiten los extranjeros en bicicleta, en kayak, acampando y cabalgando, como la publicidad de los cigarrillos Marlboro. Nada de aprovecharla para producir energía renovable para los chilenos. Es preferible que se contamine el resto del territorio con la instalación de centrales a carbón. Ése es el país que queremos y somos, según los publicistas oficiales.

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