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Agapito Maestre

Un discurso excepcional

El Rey tampoco merece confianza alguna. No, Señor, usted no da confianza cuando esgrime la Constitución, porque, hoy por hoy, ya no es más que una "norma" a disposición de quien desee violarla.

El discurso navideño del Rey fue discretito. Normal. Pero la situación de España es tan excepcional, desde el punto de vista financiero, económico y social, y, por supuesto, política, que lo convierte en una pieza fácilmente criticable o, sencillamente, despreciable. Es un discurso de lo más normal, dirán algunos, pero la anómala situación que vive España lo hace presa de cualquier proclama retórica de la casta política. Es peor que vacío. Es un documento para crecer en inmoralidad. Por eso, seguramente, el PSOE y el PP suscriben por completo las palabras del Rey. ¿Qué otra cosa podrían hacer estos mercachifles de la política con un discurso lleno de lugares comunes? Nada, excepto sumarse a la campaña real de simulación. Hacer como si esto fuera una nación. Falso.

Simular, simular y simular que el mensaje del Rey está lleno de inteligencia política, cuando en verdad no es más que una mala prognosis a posteriori, que ni siquiera se atreve a decir "cómo sucedió lo que sucedió", es contribuir a pegarle patadas a una nación muerta. El mensaje navideño del Rey podría haber pasado desapercibido en circunstancias más o menos normales, o sea, comunes con otros países de nuestro entorno, pero España está lejos de ser un Estado-nación comparable y homologable a los del resto del mundo civilizado. Aquí es donde se une la crisis económica con el estado de excepción política que vive nuestro país. Sí, sí, España para empezar es un Estado sin nación, o sea, un Estado en permanente estado de excepción política, porque los Estatutos Autonómicos, entre otros el de Cataluña, proclaman que esa región es una nación con capacidad para negociar con la española en condiciones de igualdad. 

Por eso, precisamente, creo que el Rey tampoco merece confianza alguna. No, Señor, usted no tiene credibilidad porque ha tragado, como el resto de la casta política, con la falsificación de España como nación. No, Señor, usted no da confianza cuando esgrime la Constitución, porque, hoy por hoy, ya no es más que una "norma" a disposición de quien desee violarla. ¿O es que acaso, Señor, negaría usted que la Constitución es una norma que antes que ser reformada, reitero, permite su violación permanente? Usted, Señor, ha apelado al rigor y la ética para salir de la crisis financiera, económica y social, en realidad, del lamentable estado de excepción –sí, sí, de excepción, porque la situación de España es infinitamente más grave que la de otros países europeos– de una nación convertida en un gentío por unas elites políticas y financieras que creen tanto en España como el Rey de Marruecos, pero me cuesta mucho creerlo por un solo motivo. Se lo recuerdo: usted, Señor, como los del PP, no se opuso en su momento ni poco ni mucho, nada, a Zapatero y los nacionalistas, a los socialistas y los independentistas, a la hora de convertir a hurtadillas el Estado-nación, España, en 17 taifas.

Así las cosas; o sea, sin nación y sin Estado democrático, por favor, conteste estas preguntas: ¿De qué unidad, Señor, me habla usted? ¿A qué se refiere, Señor, cuando dice que hay que supervisar el sector financiero? En fin, señor Jefe del Estado, apelar al rigor, al realismo, a la ética y al esfuerzo en un país que no tiene nación es tanto como hacer pasar la apariencia por realidad. Un engaño.

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