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Juan Carlos Girauta

No noticias

El caso del vídeo de Gran Wyoming simulando incurrir en mobbing a una becaria no se trataría de una promoción gratuita que infringe todos los códigos éticos de la publicidad (¡Nooo...!) sino de darle una buena lección a Intereconomía.

Adriana Pichini acusa a los productores de El curioso caso de Benjamín Button de plagiar su cuento El regreso de Arthur a la inocencia, inédito en Estados Unidos y puede que en el resto del mundo, si atendemos a Amazon. ¿Por qué cree Pichini que el oscarizado guionista de Forrest Gump, Eric Roth, ha bebido (y vivido) de su cuento? Porque ambas historias tratan de alguien que, en vez de envejecer, rejuvenece. Como se ve, una idea tan rara que sólo se le puede haber ocurrido a una persona.

Roth reconoce haberse inspirado en un relato de Scott Fitzgerald. Lo reconoce hasta tal punto que el relato en cuestión, de 1921, llevaba por título... El curioso caso de Benjamín Button. Si se trata de un protagonista que rejuvenece, a mí se me ocurre una referencia más inquietante y de mayor enjundia: Tiempo de un centenario, de Mircea Eliade, que inspiró a Francis Ford Coppola. La señora Pichini sufre un fatal error, muy extendido, agravado en su caso por la sensación de haber sido robada: considerar que lo principal de una historia es el tema.

Inclinado también a vivir de las glorias ajenas, pero sin obra y con modos más expeditivos, un autoproclamado crítico de cine consigue portada de diario por llevarse de una discoteca el Goya del hijo de Solé Tura. Se podría refutar el principio de este párrafo: el amigo de lo ajeno, pronto arrepentido, aparece fotografiado de espaldas y sin su nombre. Pero tal refutación quedará a su vez refutada muy pronto, ya verán, en cuanto se rentabilice la magnificada e insignificante noticia.

Citaré por último, en esta sucinta ojeada a hechos con apariencia de existir (siempre alimentados por una ambición que invoca razones éticas para violar la ética más obvia), el caso del vídeo de Gran Wyoming simulando incurrir en mobbing a una becaria. No se trataría de una promoción gratuita que infringe todos los códigos éticos de la publicidad (¡Nooo...!) sino de darle una buena lección a Intereconomía.

Son escenas todas lamentables, pero resultan más lamentables descodificadas: Pichini dice en realidad que el destino no la ha tratado como cree merecer, lo mismo que el ladrón del Goya. El cómico progre se regodea en una convicción contraria.

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