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Michelle Malkin

Arrogancia fotográfica

Desde que jurara el cargo, Obama no ha dejado de estar en campaña. Su álbum fotográfico se ha llenado rápidamente de momentos megalómanos.

Venga, ¿qué esperaba? La fotografía que buscaba la Casa Blanca del avión presidencial volando a baja altura sobre Nueva York y que causó el terror entre sus ciudadanos hace unas semanas, es un buen resumen de la Era Obama. ¿Qué mejor manera de celebrar sus 100 días en el cargo que una espantosa exhibición aérea financiada por el contribuyente?

La superficialidad, la falta de rigor, la arrogancia, la indiferencia a los problemas posteriores al 11-S... todo esto fueron pilares de la campaña de Obama y ahora son las insignias de su Gobierno.

¿A alguien le sorprende, por tanto, que colocara al mando de la oficina militar de la Casa Blanca a un insensato burócrata que no vio nada malo en dedicar grandes cantidades de fondos públicos, recreando el ambiente del 11-S, en actualizar las fotos publicitarias del Air Force One? ¿Y quien también se planteaba, se lo crea o no, hacer lo mismo en Washington D. C. unas semanas más tarde, donde los yihadistas asesinaron a 53 pasajeros y seis miembros de la tripulación a bordo del vuelo 77 de American Airlines y a los 125 efectivos militares y civiles del Pentágono?

Todo vale para un buen posado fotográfico.

E insisto, nadie debería sorprenderse. Recuerde que Barack Obama es el arrogante que diseñó su sello presidencial antes siquiera de salir elegido. Tiene un ego lo bastante grande como para mostrar en público un ridículo "Vero Possumus" ("Yes we can", en latín) y un águila real con la insignia de la campaña de Obama en el pecho. Obama orquestó el gran reportaje fotográfico en Berlín para declarar su adscripción ciudadana al mundo ante el Siegessäule –la Columna de la Victoria–, un disparatado monumento a la arrogancia perpetrado por Adolf Hitler y su arquitecto Albert Speer.

Desde que jurara el cargo, Obama no ha dejado de estar en campaña. Su álbum fotográfico se ha llenado rápidamente de momentos megalómanos. Cuando su enorme paquete de estímulo trufado de gasto público corría peligro, cogió un avión hasta Ft. Myers a celebrar una reunión cuidadosamente orquestada con sus partidarios más acérrimos. "Es una bendición veros. ¡Oh grandioso Dios, muchas gracias!", le decía un joven partidario.

El famoso abrazo del presidente con otra participante –la vagabunda Henrietta Hughes, una mujer parada a perpetuidad que busca cualquier ingreso venga de donde venga– aparecía en la página web de la Casa Blanca dedicada a anunciar la victoria parlamentaria de la ley de estímulo. No aparecieron, sin embargo, las fotografías de los cientos de miles de ciudadanos que tomaron las calles oponiéndose a este hurto intergeneracional masivo destinado a incrementar el Estado de Bienestar.

Otro momento Kodak fue cuando Obama, en una empresa de Caterpillar, prometía a los trabajadores allí presentes (convenientemente pagados) que si su plan de estímulo salía aprobado, los obreros que habían sido despedidos por la empresa volverían a ser contratados. Apareció en todas las portadas. Sólo había un problema: una vez publicado el reportaje fotográfico, el consejero delegado de Caterpillar negaba la promesa. No en vano, poco después dio a conocer sus primeras pérdidas trimestrales en 16 años.

Las fotografías de Obama en el extranjero han sido más inquietantes: reverenciando y besando los pies del Rey saudí Abdalah; atacando a Estados Unidos por "arrogante" (le dijo la sartén al cazo) delante de los escantados estudiantes franceses y alemanes; haciéndose amigo del criminal Hugo Chávez... Son éstas algunas de las imágenes que han definido una presidencia atrofiada y ciega ante nuestros enemigos.

Obama designó a Leon Panetta, el jefe de Inteligencia carente de cualquier experiencia en Inteligencia. También nos ofreció a Hillary Clinton, la secretaria de Estado que se reía de los secuestros de los piratas somalíes. Nombró a Rosa Brooks, la ideólogo radical entrenada por George Soros, como principal asesora del Pentágono. Faltó poco para que eligiera a Charles Freeman como principal analista de Inteligencia (un conspiranoico de simpatías yihadistas que culpaba a Estados Unidos del 11-S).

Y en todo caso nombró a Janet Napolitano como secretaria de Seguridad Nacional, una persona que se hace un lío con los terroristas del 11-S, desprecia las leyes de inmigración, diseminó un bulo sobre falsas amenazas de extrema derecha y redefinió los actos de terrorismo como "desastres causados por el hombre".

Desastre causado por el hombre sí es una descripción perfecta de la tortura fotográfica del Scare Force One destinado a resumir los primeros 100 días de presidencia. Diga patata.

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