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Agapito Maestre

Silencio cómplice

Entre cerrar los ojos o abrirlos, entre entregarse a lo dicho por el Gobierno o combatirlo, entre allanarse o enfrentarse, sólo un miserable, alguien que da sentido a su existencia al margen de su oficio, puede apostar por el silencio.

Quiero pensar que cientos de periodistas sienten vergüenza del silencio ominoso que sus editores, en realidad, casi todos los medios de comunicación, han guardado sobre la sentencia judicial de un Juzgado de Primera Instancia que pone en cuestión la instrucción, la sentencia final y, en fin, las conclusiones del "macro-mini" juicio sobre el 11-M. La sencilla y limpia sentencia de la jueza Ana Cristina Lledó Fernández desestimando la demanda del comisario Sánchez Manzano contra Federico Jiménez Losantos y otros periodistas de El Mundo marca, en efecto, el inicio de una nueva etapa en el análisis del suceso más sangriento de la historia reciente de España, pero la mayoría de los editores cierran los ojos ante esa nueva realidad.

La ofuscación, quizá el miedo a ser ilustrados, de la mayoría de los grandes medios de comunicación de España es más que preocupante. Empieza a ser una patología como el populismo de Zapatero. Más aún: ¿Habría sido posible un Gobierno tan nefasto como el de Zapatero con medios más ilustrados? ¿Por qué la mayoría de los editores gastan tanta furia para ocultar noticias que afectan al devenir de nuestro sistema político? ¿Por qué ese silencio ominoso sobre la sentencia de una juez que ha roto con las patrañas oficiales sobre el 11-M? Quien logre responder con precisión a estas cuestiones, en mi opinión, dará con una de las claves del futuro de la democracia en España.

Por desgracia para esos remisos editores, y por suerte para la democracia, creo que a algunos de esos medios ya les ha llegado el tiempo de la rectificación. Les va en ello la supervivencia como medios de ilustración y creación de opinión pública. ¿Se imaginan, queridos lectores, a ABC, por poner un ejemplo de periódico ilustrado, si se empeñara en la tarea informativa de desvelar, de verdad, los sucesos del 11-M a partir de esta última sentencia? Sin duda alguna ganaría él y todos sus lectores...

Pero más allá del silencio de casi todos los medios de comunicación de España sobre la sentencia de la jueza Lledó, que será estudiado por las próximas generaciones de periodistas como una de las principales claudicaciones del llamado periodismo libre e independiente ante la casta política, no hace falta ser muy perspicaz para saber que la sentencia ha inquietado a todos los medios de comunicación, próximos o alejados del Gobierno, que han actuado durante estos años antes como obstáculos que como genuinos espacios de investigación para alcanzar la verdad sobre lo sucedido el 11-M. Naturalmente, persistirán en su cómplice silencio con la versión oficial y se negarán a informar, ni siquiera en la sección de Tribunales, sobre este acontecimiento judicial, pero saben que esta verdad judicial, por otro lado en plena sintonía con el sentido común de la mayoría de los ciudadanos, ha puesto en cuestión su relativo éxito ante las investigaciones del 11-M.

Esta sentencia ha roto definitivamente el empate entre las dos actitudes que los medios de comunicación habían adoptado ante el atentado más terrible de la reciente historia de España. Ya no vale el distanciamiento entre las investigaciones de El Mundo y el silencio de El País. Hasta ahora, y siendo benevolentes con los medios que preferían esconderse ante el compromiso moral que exigía la deontología de su oficio, podía tener algún "sentido" el silencio y el pasar página cuanto antes del atentado terrorista de Madrid, pero esta resolución judicial cuestiona tanto la verdad oficial fabricada por la Comisión Parlamentaria del 11-M y los Jueces de la Audiencia Nacional como la actitud de quienes se negaban a investigar periodísticamente, o sea con ánimo ilustrado, lo sucedido el 11-M de 2004. Entre cerrar los ojos o abrirlos, entre entregarse a lo dicho por el Gobierno o combatirlo, entre allanarse o enfrentarse, sólo un miserable, alguien que da sentido a su existencia al margen de su oficio, puede apostar por el silencio.

Silenciar la sentencia de la jueza Lledó es ser cómplice de quienes no quieren saber qué paso el 11-M.

En España

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