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Manuel Llamas

¡Salven al mejillón!

Ahora pretenden prohibir las corridas, pero también estarían dispuestos a eliminar la carne o el pescado de las comidas, solicitando pena de cárcel a todos aquellos que se nieguen a ser vegetarianos. Hoy es ¡salven al toro!, y mañana ¡salven al mejillón!

El mundo está lleno de gente cruel y sin alma, auténticos genocidas del mundo animal cuyos actos deberían conllevar pena da cárcel. Éste es el radical ideario que defiende el Partido Antitaurino, que ha conseguido abrir el debate público sobre la prohibición de la Fiesta Nacional en Cataluña. Dicho grupo de "animalistas" –tal y como se hacen llamar– califican de "maltrato" y "crimen" el arte del toreo debido al sufrimiento que experimenta el morlaco durante la corrida.

Bajo este argumento solicitan, no sólo la prohibición de este festejo, sino también la del uso de animales en los circos o el abandono y sacrificio de perros, gatos, animales exóticos e, incluso, palomas. Pero, puestos a pedir, mucho me temo que los "animalistas" se quedan cortos. Y es que, si toda su argumentación gira en torno al mero sufrimiento del animal, ¿qué impide extender su aplicación a toda la fauna? ¿Por qué escandalizarse por la matanza de perros y gatos y no por la de ratas o cucarachas? ¿Es que acaso no gozan de los mismos "derechos animales"? ¿Por qué discriminar entre especies?

Para gustos colores. Entre el amplísimo abanico de amantes que tiene el mundo animal habrá quien profese una especial predilección por las pulgas, las serpientes, las lagartijas, los gusanos, los murciélagos, los insectos... ¿Por qué los activistas no protegen a los parásitos y roedores, por ejemplo? ¿Qué diferencia hay entre un ratón y una paloma? Ninguna desde el punto de vista biológico, ambos son animales sólo que pertenecen a especies distintas.

Y puestos a poner de relieve el sufrimiento del toro en la plaza, ¿qué decir de la agonía que sufre el mejillón al ser cocido vivo en agua hirviendo? Aún peor es el caso de la ostra, que es engullida y masticada viva por los crueles comensales de marisco y, sin embargo, su dolor es totalmente ignorado por los animalistas. ¿Y las lombrices? Estas pobres criaturas son cruelmente secuestradas por los pescadores para dar rienda suelta a su particular hobby. Los gusanos son trinchados sin piedad en el anzuelo, y recociéndose de dolor son lanzados al río, aún conscientes, a la espera de que un incauto pez caiga en la trampa.

Los animales, a diferencia de los humanos, actúan movidos por el instinto. En este sentido, carecen del glorioso don de la creatividad. De ahí, precisamente, que el hombre evolucione como especie mientras que el cocodrilo o el perro no han experimentado ni el más mínimo avance desde que habitan la Tierra. Pese a ello, los "animalistas" exigen la protección e, incluso, la concesión de derechos cuasi humanos a determinadas criaturas frente a otras. Se trata, pues, de un debate absurdo y artificial. Gracias a la Fiesta, el toro de lidia vive a cuerpo de rey hasta la celebración de la corrida, a diferencia de los millones de pollos, cerdos o vacas aglutinados y casi inmóviles en las granjas de explotación hasta su sacrificio. De hecho, sin el toreo, no existiría el toro.

El problema es que este tipo de activistas pretenden imponer por ley sus particulares preferencias al resto de la población. Así, ahora pretenden prohibir las corridas, pero también estarían dispuestos a eliminar la carne o el pescado de las comidas, solicitando pena de cárcel a todos aquellos que se nieguen a ser vegetarianos. Hoy es ¡salven al toro!, y mañana ¡salven al mejillón!

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